Desde antiguo los alimentos
han precisado una cierta manipulación para poder consumirlos. Una adaptación de
las materias primas a nuestra forma de comer que ha ido evolucionando de forma
paralela a la inteligencia del ser humano.
No es difícil encontrar en
multitud de culturas arcaicas todo tipo de rudimentos de molturación, morteros
y demás industrias que nos dan idea de la aptitud de nuestros antepasados para
elaborar los alimentos, ingenios que han acompañado a la evolución del hombre.
Se trata de utensilios
sencillos, donde nuestra fuerza motriz se ayuda de palancas y resortes
ingeniosos, que suponen sin duda una
primera intuición de las leyes de la física desde la necesidad primaria de
alimentarse.
Muchos de ellos están aún en
nuestras cocinas, a pesar de la invasión de aparatos eléctricos de todo tipo no
es difícil recurrir a estas sencillas maquinas que hasta no hace demasiado
tiempo formaban parte habitual del ajuar domestico de muchas casas.
Quizás uno de los más
comunes y prácticos son los ralladores.
ANTIGUOS RALLADORES ALEMANES |
Un sencillo aparato que
mediante una superficie rígida y de cierta dureza nos ayuda a desmenuzar y
triturar todo tipo de alimentos con el fin de llegar a cocinarlos de forma
adecuada.
Los hay de muchos tipos, pero tienen en común el mismo sistema
para su funcionamiento.
Pequeñas cuchillas que
protegen nuestras manos son suficientes para desmenuzar, triturar y sacar el jugo de multitud de alimentos.
Se podría decir que rara es
la comida que no precise de algún tipo de rallador o de alguno de sus parientes
cercanos, mandolinas, mondadores, rascadores, o tamices.
Resulta curioso descubrir en
multitud de comercios de anticuarios y chamarileros muchos artefactos de cocina
olvidados en el tiempo y que llegan a estos interesantes sitios formando parte
del conjunto completo de enseres de una casa que por reglas de la evolución del
tiempo tiene que deshacerse.
Normalmente son objetos
insignificantes que pasan a un segundo término frente a valiosas piezas de
menaje y servicios de mesa, pero que nos dan una idea clara de cómo fue la vida
en aquella casa.
http://www.todocoleccion.net/ |
No os será difícil
encontrar algún rallador, colador, prensa, mondador y multitud de ingeniosos
objetos, que tenían como fin facilitar al intendencia de un hogar antes de que nuestra
sociedad de consumo uniera la industria con la logística y tuviéramos acceso a
muchos productos manufacturados, triturados y empaquetados.
Aun así estas pequeñas y
sencillas maquinas nos acompañan y ayudan en nuestra cocina y forman parte
cotidiana de la elaboración de nuestras comidas.
En esta ocasión hablamos de
los ralladores, pero hay multitud de artefactos aun en uso, muy curiosos que de
los que os iré contando cosas.
Aprovecho la ocasión para
hablar de la cebolla, un ingrediente indispensable en muchas de nuestras
comidas.
Resulta interesante apreciar
como la utilización de la cebolla en nuestras dietas es muy común, tanto cruda
como cocinada en múltiples formas.
Pero es aún más interesante
apreciar como su sabor varía según se utilice en muestras comidas, y es posible
que rallada sea la forma más delicada de apreciar su tenue sabor en muchas de
nuestras recetas.
Es prácticamente
insustituible.
Yo tuve la oportunidad de
descubrir este sutil matiz con una receta del norte de España muy conocida.
La merluza
en salsa verde.
Este suculento plato, aunque
se cocina por casi todo el litoral del cantábrico, es quizás en las zonas
costeras del País Vasco donde se le atribuye su esplendor.
No resulta difícil
de preparar, en este blog tenéis una
referencia en merluza en salsa bastante verde.
Siempre tuve algunas dudas
sobre los sencillos ingredientes de esta comida, no tiene nada de especial, una
buena merluza, algunos ajos, perejil fresco, y guisantes o espárragos.
Pero resulta curioso que en
algunas ocasiones el sabor de este guiso de marmita era especialmente
delicioso, un matiz difícil de apreciar pero importante.
Un día una amiga de aquellas
tierras me dio la explicación.
En la receta tradicional se
añade un poco de cebolla rallada en el sofrito, una cantidad imperceptible,
pero suficiente para obtener la perfección de esta excepcional comida.
Con esta pequeña anécdota os
sugiero que vayáis a vuestras cocinas y les deis el merecido reconocimiento a
esos sencillos artilugios con esta magnífica comida.
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