Este es un cacharro bastante
importante en una cocina. Estoy hablando de la olla a presión digamos tradicional no la conocida como olla rápida.
El sistema de cocción es el
mismo, pero hay una sutil diferencia entre ambas.
La olla a presión clásica es
capaz de cocinar sin líquido, o con muy poca cantidad.
Sin embargo la conocida como
olla
rápida necesita al menos ¼ litro de líquido de algún tipo.
Esto nos permite sacarle
bastantes ventajas.
Vamos a ver qué es lo que hace
concretamente esta olla y porque nos sirve.
En realidad una de las
ventajas de cocinar con este sistema es el ahorro de tiempo.
Es una cuestión de termodinámica
bastante simple. Al estar la olla cerrada herméticamente y no dejar escapar el líquido
ni el aire hasta alcanzar una presión determinada, nos permite aumentar al
temperatura de ebullición hasta los 130º, Al haber más calor la cocción se hace
en menos tiempo.
Y por tanto existe también un
ahorro económico.
Pero hay algo más.
Veréis como ese aspecto de platillo volante de película de decorados de cartón esta algo
justificado.
En el interior de la olla el
líquido nunca llega a hervir.
La cocción se acelera por el
incremento de temperatura debido a la presión en el interior.
Cuando cerramos la olla lo
que tenemos en su interior es aire, y conforme aumentamos la temperatura vapor
de agua de la evaporación del líquido.
De tal forma que es la
presencia de aire es la que mantiene el equilibrio interior de estos dos
elementos y consigue que nunca haya ebullición.
La válvula es la que regula
la presión máxima a que debe llegar la cocción. Es importante recordar que una
vez que hemos alcanzado este punto de presión es indiferente mantener el fuego más
alto. Por lo tanto podemos usar un fuego moderado y los resultados serán iguales,
con el consiguiente ahorro energético.
Hay una serie de reglas básicas
de seguridad para su uso, como asegurarnos que este perfectamente cerrada, y
una revisión periódica de las dos válvulas y de las gomas de sellado.
Yo no aconsejo enfriar la
olla aún caliente con agua, porque entonces se produce la ebullición interior,
y respetar los tiempos de despresurización.
Es precisamente el hecho de
que nuestra comida se haga sin llegar a hervir lo que hace que la cocción con
esta olla sea perfecta para la elaboración de multitud de comidas con unos
resultados más que satisfactorios.
Añadir como curiosidad que
este invento data de finales del siglo XVII.
Concretamente de 1.679,
cuando el señor Denis Papin lo presentó en la Royal Society de Londres,
con fines para la elaboración de comida, con no demasiado éxito.
No es hasta 1.919 cuando el español
José Alix Martínez comercializa un modelo denominado olla exprés.
En Europa es introducida
inicialmente por el alemán Alfred Vischler en el año 1.938.
Pero no es hasta la década de
los años 50 cuando la casa francesa SEB (Societé d’Emboutissage de Bourgogne) fabrica la supercocotte
que supone la implantación definitiva en el mundo doméstico.
En la actualidad estas ollas
se han perfeccionado mucho, sobre todo en su sistema de cierre y en la válvula
de seguridad.
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