Otra ligera sorpresa. Un
sencillo bocado que nos trae a la memoria sabores de antes.
Un recuerdo a comidas envueltas en el aroma del campo.
Un recuerdo a comidas envueltas en el aroma del campo.
Una comida de pastores. La unión
del sabor de un buen queso de oveja, o de cabra, unido al sutil aroma del romero
macerado en aceite, envuelto en la base de un buen pan que recoge a ambos sabores.
Los quesos manchegos están elaborados
fundamentalmente a partir de leche de oveja, es una preparación localizada en
esta bonita región del centro de España vinculada a una gastronomía de un enorme interés, de la
que ya hemos estado hablando y hablaremos, en más de una ocasión.
Se trata de una de las
comidas tradicionales españolas más conocida, muy vinculada al pastoreo y la
trashumancia con múltiples referencias que se pierden en el tiempo.
Es precisamente el escritor Miguel
de Cervantes quien asocia definitivamente este tipo de quesos con la región de
La Mancha. Y a partir de esta significativa referencia multitud de autores,
sobre todo en tratados de gastronomía, han ayudado a consolidar esta idea.
El queso manchego cuenta con
el reconocimiento de su Denominación de Origen desde 1.982.
En esta ocasión vamos a adaptarlo
a nuestros tiempos modernos de prisa.
Una comida fácil de preparar
que seguro acompaña cualquier momento agradable en vuestra casa.
La posibilidad de un buen aperitivo
o de una merienda.
Delantal
Necesitamos un buen queso de
tipo manchego que este algo tierno para poder cortarlo no demasiado grueso. Podéis
incluso encontrar algunos ya cortados de bastante calidad. En todo caso elegir
un queso de buen sabor no demasiado curado y procurar que se encuentre a
temperatura ambiente para poder apreciar los múltiples matices de su
interesante sabor.
Otro de los ingredientes
importantes es el aceite de oliva, otro prodigio de la naturaleza también
vinculado a la gastronomía de España.
De la multitud de aceites de
oliva de indiscutible calidad que podemos encontrar os aconsejo utilizar uno
algo afrutado.
Yo tengo cierta predilección
para esta ocasión por los aceites cordobeses de Baena, pero hay otros muchos
que proporcionan este interesante matiz.
Nuestro tercer ingrediente, el romero, nos completa la referencia a sabores antiguos de campo, la naturaleza
en nuestras mesas.
El aceite macerado en romero
podemos conseguirlo con cierta facilidad en nuestros comercios habituales, pero
yo os aconsejo dedicarle un poco de tiempo a elaborarlo nosotros.
Es muy
sencillo.
Es preferible disponer de romero
fresco, siempre debéis de tenerlo cerca. Aparte de aderezar muchas de nuestras
comidas de forma insustituible, es un conocido talismán contra los malos
augurios, además de una planta medicinal.
Lavamos bien el romero y
cuando este seco lo cortamos en trozos bastante pequeños, solo las hojas.
Lo mezclamos con el aceite y
lo dejamos reposar a temperatura ambiente durante bastante tiempo, podéis incluso
tenerlo preparado habitualmente.
Ya seguiremos hablando de la
transformación de este primer paso en interesantes salsas y otras alquimias.
Cortamos nuestro pan en
trozos regulares sin corteza.
Extendemos bien el aceite
macerado, os ayudara impregnar los panes juntos.
Colocamos el queso de forma
ordenada entre dos trozos de pan, incluso añadir mas queso entre tres partes de pan.
Aplastamos ligeramente con un rodillo.
Aplastamos ligeramente con un rodillo.
Volvemos a perfilar y
partimos en trozos regulares para distribuirlos.
The End.
Podéis acompañarlo de alguna
fruta de tamaño pequeño como uva o cerezas, el suave dulzor os ayudara a potenciar
el sabor del queso y el agradable matiz picante del romero.
Solo necesitáis cualquier
buen vino tinto manchego o algún amontillado frío.
Si añadiéramos carne de membrillo
junto con el queso estaríamos entrando en el apasionante mundo de las meriendas.
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