Hablamos de otra comida
antigua.
Una de esas comidas
populares de tradición folclórica con unos ingredientes sencillos que cocinados
con habilidad dan unos resultados insospechados.
Es una comida
reconstituyente, de invierno, aunque se puede tomar en cualquier época.
Emparentada con multitud de
otras comidas fundamentalmente del levante español y parte del sur de Francia,
desde el ajoarriero aragonés, al atascaburras manchego, que llega a la
costa murciana y levantina a través de la provincia de Albacete.
Es también pariente cercano
del conocido alioli, que ya nos
describe Alejandro Dumas en su interesante obra Gran Diccionario de Cocina.
"esa rara salsa provenzal hecha a base de ajo y aceite."
Sus ingredientes son muy
conocidos. Patatas, aceite, ajo y huevo.
Ni más. Ni menos.
Las patatas nos llegaron de
América, un tubérculo fundamental en nuestra alimentación, que forma parte
habitual de nuestra dieta en multitud de comidas, algunas de las cuales de un
enorme interés.
La patata tiene una
utilización versátil pero es quizás como base de otras comidas donde podemos
sacarle un mayor partido.
Esta receta que os transcribo
tiene como ingrediente interesante el ajo tierno, también conocido como ajete, aunque podéis usar un ajo común.
El ajete es un brote tierno
del ajo común muy utilizado en la cocina ligada a zonas meridionales de España
de vegas fértiles, desde Murcia hasta Aragón.
Está muy presente en toda la
gastronomía tradicional de estas tierras, asociado a la temporada de los
primeros brotes de esta planta.
Hoy en día se puede
encontrar durante casi todo el año, incluso en conserva de bastante buena
calidad.
Esta clase de ajo tiene un sabor ligeramente diferente al ajo que suele utilizarse frecuentemente en la cocina, es un matiz que recuerda su origen silvestre.
Esta clase de ajo tiene un sabor ligeramente diferente al ajo que suele utilizarse frecuentemente en la cocina, es un matiz que recuerda su origen silvestre.
Hay un recurso interesante que supone extraer el brote del ajo que fácilmente empieza a brotar en nuestras despensas.
Apareciereis el matiz de sabor de esta insignificante vaina con el resto del bulbo.
Un recuerdo de que la vida de las plantas tiene ritmos propios insospechados.
Para esta comida es importante elegir un ajo de buena calidad ya que su sabor es determinante en la mezcla de los ingredientes, que sea fresco y con sus múltiples propiedades intactas.
Apareciereis el matiz de sabor de esta insignificante vaina con el resto del bulbo.
Un recuerdo de que la vida de las plantas tiene ritmos propios insospechados.
Para esta comida es importante elegir un ajo de buena calidad ya que su sabor es determinante en la mezcla de los ingredientes, que sea fresco y con sus múltiples propiedades intactas.
El aceite por supuesto de
oliva, de sabor intenso y aromático.
Delantal.
Necesitamos unas patatas para hervir,
a ser posibles jóvenes de piel blanca.
Se pelan y las partimos en
trozos regulares del mismo tamaño.
Conviene dejarlas en agua clara para que
pierdan parte de su almidón.
Necesitamos un cazo con
abundante agua para hervir nuestras patatas.
Podemos añadir algunos gajos de
cebolla que darán algo de suavidad a la mezcla.
Dejamos hervir durante
tiempo suficiente, no menos de 20 minutos, para que resulten blandas y podamos
desmenuzarlas con facilidad para conseguir una masa homogénea.
Una vez hervidas escurrimos
bien las patatas y antes de que se enfríen las machacamos con la ayuda de algún
utensilio.
Es conveniente tener siempre
algún buen tenedor sueltizo que nos
ayude en nuestra cocina, el resto de algún menaje pasado de moda, una reliquia
que nos traiga algún buen recuerdo, uno de esos objetos que siempre nos acompaña.
Necesitamos un tomate
maduro, lo rallamos y unimos a la masa de patatas.
Si utilizamos ajetes los
podemos añadir a la masa, de tal forma que resulte trabada y homogénea con todos
sus ingredientes. Podemos ayudarnos con algo de aceite.
Si usarais ajos enteros
conviene picarlos muy finos.
Una vez mezclados los
ingredientes y obtenida nuestra masa dejamos reposar y enfriar a temperatura
ambiente protegida del aire para que no se reseque.
Añadimos uno o dos huevos a nuestra mezcla y trabamos muy bien para que el huevo impregne bien toda la masa.
Necesitamos una buena sartén
amplia, ponemos a calentar con un fondo de aceite, entonces añadimos una porción
de nuestra masa que cubra el fondo de nuestra sartén con un espesor no
demasiado grande.
Es el momento de ir tostando
nuestra masa de patatas, tenemos que hacerlo con algo de paciencia y dando
varias vueltas de forma regular hasta que notemos que nuestra comida va
adquiriendo un color dorado.
Es un proceso de cocina
antigua, una de esas elaboraciones hechas con tiempo.
Esta es en si misma una buena comida, pero también acompaña a otras muchas, desde carnes asadas, verduras, e incluso pescados, haciendo muy buenas migas con un bacalao.
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