De nuevo las verduras nos
visitan, una agradable comida que constituye un plato único, y que también es
perfecta para acompañar a otras muchas comidas y suavizarlas con su ligereza.
Esta receta se basa en
combinar los sabores de las distintas clases de calabazas que se cocinan
envueltas en acelgas y así poder apreciar sus matices de textura y dulzor.
Ya hemos estado contando
cosas de las acelgas en la receta de arlequín de acelgas y zanahorias.
Respecto a nuestras protagonistas
sabemos que la calabaza nos llegó de Sudamérica, donde formaba parte de la
dieta cotidiana de los indios junto con el frijol y el maíz.
Como casi la mayoría de los
productos hortícolas de estas tierras su adaptación a nuestras dietas fue lenta,
pero segura.
En un principio su fácil y rápido cultivo la hizo adecuada para la alimentación del ganado, pero con el tiempo se suavizaron los prejuicios hacia este interesante alimento, como ocurrió con otras muchas hortalizas americanas y así paso a ser un alimento muy común en las comidas cotidianas.
Desde no hace demasiado
tiempo las calabazas han pasado a ser parte de nuestra dieta habitual,
extendiéndose también por Asia y África.
Una tardanza injusta, ya que
las calabazas son otro de esos prodigios para la salud.
Una parte importante de
agua, casi el 90% no impide que este cultivo sea una fuente de vitaminas y
minerales, sobre todo vitamina A y algo de vitamina C.
Apenas tienen grasas y son
extremadamente diuréticas y depurativas, lo cual las convierte en un gran
aliado en las dietas de adelgazamiento y en la prevención de hipertensión.
La variedad de cultivo
denominada calabaza gigante está asociada a la celebración del día de difuntos
en el mundo anglosajón, donde se vacían y se recortan figuras en su corteza que
a modo de máscaras nos recuerdan rasgos humanos.
Con el relleno se preparan
tartas y dulces apasionantes.
Curiosamente esta costumbre
deriva de las regiones lacustres de Sudamérica donde los indios utilizaban
estas mascaras que les tapaban la cabeza para poder cazar patos camuflados en
el agua.
Puede resultar complicado
encontrar en nuestros mercados distintas clases de calabaza.
Normalmente encontramos la
calabaza común, de un color anaranjado, y alguna otra denominada calabaza
confitera, también conocida como cidra, de un sabor muy delicado que se usa en
la elaboración del cabello de ángel y otros postres.
Lo más práctico es utilizar
la variedad más común acompañada de un pariente directo.
El calabacín.
Aparte de su delicado sabor,
completa el aporte de vitamina C.
Delantal
Pelamos nuestras calabazas y
las partimos en trozos lo mas regulares posibles.
Se lavan bien y cocemos al vapor con alguno de nuestros artilugios.
Nuestras verduras deben de quedar algo enteras, porque necesitan una segunda cocción en el horno, yo os aconsejo en torno a 20 minutos.
Podemos echar algo de sal en
el agua.
Una vez terminada la cocción
de las calabazas las escurrimos bien y reservamos.
Mientras lavamos bien las
hojas de las acelgas y eliminamos la parte blanca.
Tenemos que escaldarlas, es
decir darles un hervor corto para que se ablanden y sean fáciles de manejar.
Escurrimos y reservamos
extendidas.
Necesitamos un molde para
horno de forma regular, a ser posible alargado para proporcionar mejor nuestra
comida.
Como siempre engrasamos bien
con algo de mantequilla, podemos templarlo para facilitar este necesario
proceso, que no solo ayuda a que nuestra comida se desprenda fácilmente del
molde, también mejora la cocción al servir la película de materia grasa para
homogeneizar la trasmisión del calor.
Vamos encendiendo el
horno a fuego fuerte.
Colocamos las hojas de
acelgas bien extendidas forrando el molde en todos sus lados, reservamos
algunas para cubrir.
En un recipiente amplio
mezclamos las calabazas con dos huevos algo de pan rallado, mantequilla y un
poco de pimienta negra molida.
Mezclamos muy bien con
delicadeza y colocamos con cuidado en el molde extendiéndolo bien y evitando
huecos.
Ayuda bastante dar unos
golpes con el molde.
Cuando lo tengamos bien
cubierto lo rematamos con las hojas de acelga restantes y horneamos en torno a
20 o 30 minutos, debe de cuajar bien.
Una vez terminado dejamos
enfriar y desmoldamos.
The End.
Se puede servir entero o
también distribuirlo cortado en trozos regulares.
Es un plato de un colorido
muy vistoso que puede completar de forma esplendida cualquier comida.
Se puede tener preparada con
antelación y templar en el momento de servir, conviene que este algo caliente
para apreciar mejor el sabor.
Si sirvierais este plato
solo podéis acompañarlo con algo de tomate frito o de una salsa mayonesa de
sabor suave.
Es un entrante agradable y
saludable para cualquier comida.
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