Nos adentramos en otro de los
guisos de verduras tradicionales, es este caso con una de las estrellas de la
cocina saludable.
La alcachofa.
Este brote de un cardo domesticado
es efectivamente uno de los paradigmas de la comida sana más valorado, sus múltiples
propiedades beneficiosas no pueden ser más evidentes, es además una hortaliza
poco exigente para su cultivo.
Su origen en nuestras mesas está
en la utilidad de la savia de muchos de los cardos silvestres para la obtención
del cuajo de la leche, imprescindible en la elaboración de los quesos.
La evolución de su cultivo
en los huertos del hombre sedentario dio lugar a las variedades domesticadas de
la alcachofa que hoy conocemos.
Ya hemos estado contando algunas cosas de la alcachofa en la popular receta de este blog de AlcachofasCon Gulas, que es una de las más visitadas por vosotros.
Por no extendernos solo
recordar algunas de sus propiedades.
Su consumo aporta múltiples
beneficios para nuestro sistema digestivo y las consecuencias en la nutrición.
Al tratarse de un tónico hepático
reconocido, tiene también consecuencias directas en la disminución del colesterol, son
también muy diuréticas y su aporte de fibra las hace muy adecuadas para la regulación
intestinal.
De ahí su merecida fama mediática
en las dietas de adelgazamiento.
Nuestra comida va a
conseguir aprovechar todas las mejores propiedades de esta singular verdura.
Se trata de un guiso de
marmita sencillo, una comida de antes donde la elaboración con paciencia se
completa con una buena calidad de los ingredientes.
La elección de una buena
alcachofa es imprescindible. No siempre encontramos una verdura de calidad, de
hecho tener la oportunidad de probar una alcachofa de cierta calidad es una
experiencia a tener en cuenta y va a suponer que nuestra relación con este
sencillo regalo de la naturaleza será para siempre.
Las alcachofas tienen que
estar tersas con las hojas apretadas y brillantes y de buen color sin partes quemadas por el
frio de la conservación, aunque no depreciéis las alcachofas de cultivos ecológicos
con manchas irregulares de color cobrizo que pueden no tener un aspecto del
tipo concurso de belleza.
Al tratarse del brote de una
flor, la alcachofa sigue su evolución y comienza a volverse blanda y algo
fibrosa en su interior si no está recolectada en su momento óptimo.
Una simple comprobación nos
ayuda a seleccionarlas, hay que procurar que con el tacto estén crujientes.
No olvidéis que hoy en día también
podemos recurrir a productos congelados o en semiconserva de bastante calidad.
Necesitamos unas alcachofas
frescas.
Es el ingrediente principal
de nuestra comida, sus compañeros pueden variar según vuestro criterio y
vuestra despensa.
Yo os doy una idea desde la
que podáis entreteneros.
Podemos contar con algún puerro,
cebolla,
ajos,
y para condimentar pimentón dulce.
Para trabar nuestro guiso
recurriremos a algo de pan y unos piñones o cualquier otro
fruto seco.
Delantal.
El primer paso es limpiar
bien las alcachofas, se trata de una operación que requiere su técnica.
Nuestro trabajo consiste básicamente
en obtener el corazón de esta verdura al ir desechando las hojas exteriores
algo más duras y amargas. Pero el punto exacto es relativo y depende de la calidad
de la hortaliza.
En una buena alcachofa
algunas de las hojas exteriores bien cocinadas son deliciosas.
Partimos el corazón en trozos
regulares y los rociamos con zumo de limón para que no se ennegrezcan
al oxidarse.
Troceamos también el puerro
y la cebolla
con un tamaño pequeño.
Partimos también los ajos y
el
pan.
Ahora preparamos nuestro
cacharro que podemos utilizar para servir nuestra comida.
Sobre un fondo de aceite
abundante puesto a calentar añadimos los
ajos,
el pan,
no le estorba una ramita de perejil
fresco.
Cuando notemos que este
dorado añadimos los piñones para que se tuesten ligeramente.
Reservamos todo éste
preparado previo en un mortero y lo trituramos hasta
conseguir una pasta.
Agregamos algo más de aceite
si hiciera falta.
Es el momento de sofreír
la cebolla junto con el puerro, podemos aromatizar con algo
de laurel.
Cuando nuestros ingredientes
estén cocinados añadimos las alcachofas y salteamos para que se
sellen por fuera.
Sobre el fondo colocamos una
churrada pequeña de pimentón dulce para tostarlo, vigilando que no se llegue a
quemar.
Mezclamos bien nuestros
ingredientes junto con el contenido del majado del mortero, lo hacemos con delicadeza
para que las alcachofas no pierdan su forma.
Esta es una de esas comidas
donde apreciar el delicado sabor del tomate desecado.
Podemos aromatizar con un
buen vino
y cubrimos con agua, o incluso con un caldo de fondo.
Dejamos cocinar a fuego
moderado durante al menos 30 minutos, es importante algo de
reposo.
Cuando vayamos a tomar
nuestra comida, con la cazuela caliente añadimos un huevo por comensal y dejamos
cocinar a fuego lento hasta que la clara se haya vuelto blanca.
The End.
Es un plato perfecto para iniciar
una comida de esos días de otoño que
vienen algo fríos.
Después de estas alcachofas nuestros
sentidos estarán dispuestos para tomar lo que queráis.
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