Cuando las habichuelas
llegaron de América con los conquistadores allá por el siglo XV fueron
rápidamente asimiladas en el viejo continente.
Su parentesco directo con
otra legumbre, las habas, muy común en Asia y la vieja Europa, las aparataba de
los prejuicios gastronómicos de la época hacia otras novedades de
ultramar.
Las habas ya se conocían
desde antiguo, su enorme facilidad de cultivo en climas templados y la
posibilidad de conservación en seco junto con sus grandes propiedades alimenticias
les abrió las despensas de los hogares de muchas civilizaciones.
Y parece ser que aún sigue
siendo así, algunos de los países de mayor producción de esta legumbre en la
actualidad son, Egipto, Etiopia y China.
Reiteramos muchas veces en
este blog la importancia de las
verduras en nuestras comidas habituales como paradigma de salud, pero si además,
como es el caso de las habas, suponen una delicia para nuestro paladar esa
insistencia está más que justificada.
Decididlo vosotros mismos.
Otras muchas virtudes de
este increíble vegetal lo convierten en un ingrediente indispensable de una
buena alimentación.
Las habas como muchas de las
legumbres se pueden consumir aun tiernas con la vaina, o bien secarlas, lo que
tiene la enorme ventaja de poder conservarlas con facilidad. Algo que no pasó
desapercibido para nuestros antepasados.
En ambos casos sus
propiedades varían de forma significativa.
Si existe algún tipo de regla genérica podemos establecer que las legumbres tiernas son algo más saludables que las secas.
Si existe algún tipo de regla genérica podemos establecer que las legumbres tiernas son algo más saludables que las secas.
En el caso de las habas esta
diferencia es muy evidente.
Las habas aun tiernas tienen
un tamaño reducido y pueden consumirse con su vaina lo cual supone un aporte de
fibra y vitaminas.
Entre las múltiples ventajas
de estos vegetales podemos hablar de una cantidad importante de proteínas
vegetales y de hidratos, que curiosamente cuando están secas aumentan de forma considerable.
Algo parecido ocurre con los
minerales destacando el potasio, calcio y el fósforo que en la legumbre seca
son más abundantes.
Contrariamente sus vitaminas
se aprovechan mejor con la legumbre fresca, cuando aún conserva una parte
importante de agua.
Toda esta cantidad de
elementos hacen que estas legumbres tengan muchas propiedades beneficiosas.
Son diuréticas y depurativas
por su contenido en sodio, con su correspondiente repercusión para combatir la
hipertensión y la circulación sanguínea.
Aún hay más.
Son especialmente adecuadas
para dietas de reposición y de refuerzo alimentario en el crecimiento gracias a
sus proteínas e hidratos.
Tienen una baja cantidad de
azúcar y recientes estudios les atribuyen beneficios para regular índices altos
de colesterol.
Son adecuadas para dietas de
adelgazamiento con la única prevención de moderar su consumo como legumbre seca
ya que tiene un aporte considerable de calorías.
Vamos a cocinar unas habas
aún tiernas con su vaina, toda una experiencia gastronómica.
Delantal.
Puede que no resulte fácil encontrar
en nuestros mercados las habas tiernas, son los primeros brotes que aparecen cuando
la primavera comienza a dar paso al verano.
La utilización de la vaina
aporta a este plato una característica especial que solo es posible apreciar
cuando esta verdura está bastante tierna.
Si no os fuera posible podéis
recurrir a utilizar la legumbre de un tamaño mayor aun verde, desechando la vaina.
Lo más frecuente es encontrar
las habas tiernas envasadas. Congeladas o en conserva.
Se las suele denominar con
el ridículo nombre de habitas baby.
Si nuestras verduras vienen
de alguna huerta tenemos que lavarlas muy bien con agua clara.
Estas verduras pueden tener
algo de savia al partirlas que conviene retirar enjuagándolas ya partidas.
Como siempre escurrimos
bien.
Se trata de una comida que
solo necesita algunos ingredientes tan simples como imprescindibles.
Una cebolla grande, jamón
curado, a ser posible de cerdo ibérico y hierbabuena, o en su
defecto albahaca o menta.
Podéis evitar la sal porque
ya la tiene el jamón.
En todo caso añadimos algo
de pimienta
negra molida.
Pelamos y cortamos nuestra
cebolla en trozos pequeños.
Necesitamos una sartén
amplia, clocamos un fondo de aceite abundante a calentar a fuego
moderado, dejamos cocinar la cebolla junto con las especias
para aprovechar su sabor.
Como siempre comentamos este
proceso mejora si usamos una tapadera que nos va a permitir aprovechar el jugo de
la cebolla, evitaremos que al no evaporarse no se llegue a quemar esta primera preparación.
Cuando notemos que la
cebolla va adquiriendo un tono dorado transparente y un cierto olor agradable
impregne nuestra cocina añadimos las habas.
Mezclamos bien con
delicadeza y cocinamos a fuego medio sin tapadera. Conviene que este proceso
sea algo lento y que permita que la
savia de nuestras habas impregne bien toda la comida.
Podemos añadir algo más de
aceite.
Cuando las habas vayan cocinándose
irán adquiriendo un tono más oscuro, no necesitan demasiado tiempo, entorno a
unos 15
o 20 minutos.
Notaremos que nuestra
comida está casi lista añadimos el jamón partido en trozos
pequeños y volvemos a mezclar bien.
Es el momento de añadir algo
más
de hierbabuena para aromatizar el plato.
Dejamos cocinando a fuego bajo
hasta que la grasa del jamón impregne bien el resto de ingredientes.
No le estorba a esta comida
algo de reposo. Como buena comida campestre la paciencia es también un
ingrediente a tener en cuenta.
The End.
Este plato debe tomarse algo
templado para poder apreciar los matices del sabor del campo.
Es una comida perfecta para
un entrante junto con algo de vino y un buen pan.
Suele acompañarse con huevo
cocido, aunque yo tengo cierta preferencia por hacerlo escalfado.
O incluso
frito.
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