Otra vez con las
verduras en nuestras mesas, ese prodigio para la salud que no siempre apetece.
No es difícil jugar con
ellas y conseguir comidas que nos resulten atractivas, una
habilidad importante que nos ayuda a comer bien.
De nuevo traemos a nuestros
fogones a las habichuelas verdes, una de las verduras más saludables.
Se trata en realidad del
brote aun tierno de la planta de la habichuela, una leguminosa muy vivaz que se
ha cultivado desde tiempos remotos en Méjico y Centroamérica, desde donde se
extendió a toda América del Sur.
El descubrimiento de esta
prodigiosa semilla por parte de las expediciones españolas hizo que se conociera rápidamente a
través de Europa en el resto del mundo.
Hoy en día su consumo está
prácticamente generalizado, existiendo una gran variedad con sus
correspondientes características, colores, tamaños y nombres.
A pesar de la versatilidad, facilidad de cultivo y de conservación en seco como legumbre, el consumo del
brote verde es relativamente reciente, apenas unos 100 años desde que forma
parte de nuestra dieta cotidiana.
Ya hemos estado contando
bastantes cosas sobre las legumbres en este blog.
Vamos a utilizar la conocida
variedad de habichuela verde plana denominada Elda que suele ser bastante tierna, de tamaño medio y
sin vaina.
Esta hortaliza es muy
común en nuestros mercados, la podéis
encontrar tanto fresca como congelada y en conserva de bastante calidad.
Yo os aconsejo intentar
buscar una verdura fresca, no resulta difícil sobre todo en la temporada de
verano y durante la primavera en lugares de clima cálido.
Delantal.
Se trata de una comida muy
sencilla de preparación donde las habichuelas verdes se acompañan de algo de ajo,
limón
y un poco de azúcar.
Primero tenemos que lavar
bien nuestras verduras y trocearlas de forma regular con un
tamaño no demasiado pequeño para que se mantengan enteras.
El siguiente paso es cocerlas
en agua clara.
En un cazo amplio sobre agua
abundante a punto de ebullición dejamos cocer entorno a unos 20/30 minutos,
dependiendo de las verduras.
Cuanto más tiernas sean
menor debe ser el tiempo de cocción. Deben de quedar bien cocidas pero algo
enteras ya que tendrán una segunda parte de cocinado que las sellara por fuera.
Una vez cocidas se
escurren bien y se reservan. Para detener la cocción podemos enjuagarlas
con agua fría.
Necesitamos una sartén
amplia, ponemos a calentar un fondo de aceite abundante.
Vamos pelando los ajos
en trozos pequeños, la proporción abundante, por daros una referencia unos 4
dientes por cada ½ kilo de verdura.
Se sofríen ligeramente, no demasiado,
lo justo para que el aceite tome algo de aroma.
Entonces añadimos las
verduras con delicadeza para que no pierdan su forma, le vamos dando vueltas de
forma ordenada con un utensilio de madera para no romperlas.
Como siempre os cuento esta
es una tarea que hay que hacer con algo de paciencia y procurando que las
verduras resulten bien selladas por todos lados.
Casi al final añadimos un
buen chorreón de zumo de limón recién exprimido y una cucharadita de azúcar
a ser posible de caña. Ambos ingredientes contrastan con la sal
y la pimienta
negra molida.
Para los amantes de los
mestizajes culinarios podéis probar con algo de salsa de soja.
Dejamos reposar trabando
bien nuestros ingredientes.
The End.
Es importante que vosotros
mismos decidáis la cantidad de los ingredientes que componen el sabor dulce con
el agrio, se trata de un equilibrio sutil que debe guiar vuestro paladar.
No olvidaros que la sal y la
pimienta nos ayudan a matizar estos sabores.
Un vino blanco frío, incluso
algo afrutado, será perfecto para este plato que constituye un buen comienzo
de una gran comida.
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