Vamos a hablar de una comida
sencilla que tiene como característica importante elegir una carne de calidad,
concretamente de cerdo Ibérico.
El cerdo Ibérico es una
reliquia de los tiempos antiguos de la ganadería y pastoreo vinculado al medio
natural. Un tesoro insospechado que de forma casi casual ha llegado a nuestros días.
La depreciación de las zonas
rurales frente a la oferta de trabajo de las ciudades y de ocio de las
masificadas zonas de costa que se produjo durante el último tercio del siglo
XX, ha dado como resultado la existencia de reductos de paraísos
naturales que fueron creados durante generaciones por la mano del hombre, con
el objeto de adaptar terrenos de sierra agrestes, a las posibilidades de explotación
de los recursos agropecuarios de un clima continental meridional, de veranos
muy calurosos e inviernos fríos.
La dehesa.
Una selección en el tiempo
de especies silvestres, cuyo fruto era el alimento fácil y económico para mantener
al cerdo, un animal omnívoro de orígenes
silvestres que es capaz de sobrevivir con casi cualquier cosa, y que además ofrece
una carne de una calidad excepcional.
El bonito paisaje de dehesas
que se extiende por todo el sur de España y Portugal es en definitiva un
cultivo hecho por la mano del hombre.
Todo el espectro de variedades
de los quercus, encinas, alcornoques
y algarrobos, acompañadas de otras especies similares.
La eliminación de todo el
monte bajo y de cualquier otro tipo de arbolado que impidiese el crecimiento de
estas especies, forman este ecosistema sostenible.
El pastoreo de ovejas y
cabras completa este ciclo, manteniendo a raya las herbáceas y plantas vivaces
y sirviendo de abono idóneo para el arbolado.
El lugar perfecto y
equilibrado entre la naturaleza y el ser humano.
Un paraíso cercano que en la
actualidad tiene una merecida protección medioambiental como reserva natural
insustituible.
Delantal.
Vamos a utilizar los
solomillos de cerdo Ibérico.
Es una comida en dos fases,
ambas bastante sencillas. Los solomillos en si ya son una comida excepcional,
muy fáciles de preparar, aunque hoy vamos a acompañarlos de una forma
agradable.
Necesitamos una preparación previa,
unas cebollas semidulces.
Primero vamos a cocinar los
solomillos.
Se sazonan con sal y
pimienta negra molida, después de desprenderles la grasa adherida que puedan
tener.
Vamos a utilizar nuestra
vieja conocida la olla exprés, aunque no es imprescindible, las características
de cocción de este artilugio mejoran el resultado.
Añadimos un fondo de aceite,
algunos gajos de cebolla, unos ajos, clavo, pimienta negra en grano y laurel, sellamos
bien los solomillos por todas partes, hacerlo con paciencia.
Añadimos un vaso de vino
seco y dejamos cocinar en torno a 15/20 minutos, no demasiado.
Terminada la cocción abrimos
la olla y reservamos la carne dejándola con la salsa para que no pierda su
jugo.
Para envolver la carne
necesitamos masa de hojaldre, podemos usar una comercial. Si es congelada hay
que prever tenerla a temperatura ambiente.
Vamos encendiendo el horno bastante
caliente.
Extendemos la masa sobre una
superficie enharinada, cortada con la proporción de los solomillos, suficiente para
que queden bien envueltos.
Sobre la masa distribuimos
una capa regular y homogénea de cebolla semidulce. Colocamos los solomillos
enteros y envolvemos con delicadeza.
Sellamos con un tenedor mojado y cortamos
las puntas.
Una vez envueltos horneamos
a fuego medio, tenemos que vigilar la evolución de la masa, debe quedar algo
dorada. Conviene darle alguna vuelta para que se hornee por igual.
Trituramos la salsa y reducimos al fuego añadiendo algo de guindilla y un poco mas de vino.
The End.
Es una comida inmediata,
aunque permite recalentarse os aconsejo hornear el hojaldre en el último
momento, no tarda demasiado, podemos tenerlo preparado y adecuarlo al ritmo de
nuestra comida.
Podéis acompañarla de alguna
verdura agradable, en este blog tenéis algunas ideas, champiñones, y/o unas
habichuelas con zanahorias.
Un buen tinto es perfecto.
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