Este postre es estándar,
otra receta sencilla sin importancia que nos va a permitir aprovechar las
frutas que anden por nuestra casa.
Una forma agradable de
terminar cualquier comida.
Es un comodín, al que
podemos recurrir cuando pensemos que no tenemos nada de postre, o en esas
situaciones en que uno de nuestros invitados, comprometido en completar nuestra
comida se olvidó de traerlo.
En realidad se puede hacer
con casi cualquier fruta, en este caso vamos a usar unas naranjas, manzana, plátano
y unos dátiles, lo que había por mi despensa.
Delantal.
Primero tenemos
que pelar y cortar nuestra fruta, conviene hacerlo bien ya que el éxito de este plato consiste en darle
importancia, y para ello lo vamos a distribuir de forma armónica.
Cortamos las naranjas peladas en rodajas lo más
regulares posibles de tamaño y forma.
Hacemos lo mismo con la manzana, le quitamos el corazón y la cortamos
en rodajas de tamaño similar a las naranjas.
Sobre una bandeja para horno
amplia colocamos un fondo de papel engrasado.
Distribuimos las naranjas de
forma regular. Sobre ellas la manzana y el plátano
también cortado en rodajas de tamaño regular.
Terminamos con los dátiles a ser posible deshuesados.
Merece la pena el esfuerzo
de intentar elegir los trozos de tamaño más adecuado y distribuirlos de forma agradable.
Ahora
espolvoreamos con azúcar de caña, como
siempre os cuento nos podemos ayudar de un colador. Añadimos también algo de vainilla, canela, algún licor suave y un poco de miel diluida en agua.
Colocamos en el horno con la
parte alta a fuego fuerte y dejamos tostar el azúcar y que las frutas se
templen, de tal forma que se formara un jarabe agradable con los ingredientes
añadidos y el jugo de las frutas.
The End.
Servimos templado, podemos tenerlo
preparado y hornearlo en el último momento.
Se puede acompañar de algún licor
un buen café, o incluso los restos del vino de nuestra comida.
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