Las croquetas son una comida
muy conocida.
Una comida aparentemente muy
simple, una mezcla de ingredientes muy picados que se envuelven en una masa
normalmente de harina y huevo y terminan friéndose.
Se cocinan en casi todo el
mundo, Europa, América, India, Asia y Japón.
Sus orígenes en nuestras
mesas son inciertos, aunque parce ser que empezaron a preparase en Francia allá
por el siglo XVII.
Es en esta época dorada donde
la cocina cortesana tuvo un gran desarrollo con la introducción de técnicas novedosas,
que tenían como objeto sorprender a los comensales con sabores y texturas
insospechados.
Parece ser que se le atribuyen al cocinero François Vatel,
aunque es muy posible que derivaran de los sofisticados menús de la reina María
Antonieta.
De los delicados fogones de Versalles
surgieron multitud de comidas muy elaboradas, buscando una nueva forma de
cocina derivada de la mezcla de sabores, un evidente reflejo de la cultura barroca del
momento.
Podemos recordar muchos
parientes cercanos de las croquetas, la masa orly, la masa choux, la crema
chantilly y la multitud de salsas y comidas derivadas de la bechamel.
No hay duda de que la forma
de atrapar la suavidad de una salsa bechamel en el ligero envoltorio crujiente, es
un claro ejemplo de esta sofisticada cocina, que en su artificio va más allá de la simple alimentación
cotidiana.
Con estos ancestros tan
elegantes os voy a hablar de las croquetas de bacalao, unas de mis
preferidas.
Las croquetas suelen tener
como aglutinante la salsa bechamel algo espesa, que al enfriarse junto con la
gelatina propia de la carne y su caldo, normalmente de ave, crean una masa homogénea
que recupera su sabor y textura al freírla con su rebozado, normalmente
compuesto de harina pan rallado y huevo.
Esa es la esencia de cualquier
croqueta.
Pero también se pueden
elaborar croquetas con una masa de patata, son muy comunes en Alemania y Bélgica.
Esta receta que os cuento
viene del levante español, aunque es posible que tenga relaciones directas con la
cocina Italiana de la pasta y la patata.
El ingrediente principal, el
bacalao.
Ya hemos hablado de este
prodigio que nos llegó de los hielos allá por el año mil, y que se quedó en las
despensas de todos los países colonizados por los pueblos normandos.
Necesitamos un buen bacalao,
si esta conservado en sal habrá que desalarlo durante 24 horas con agua clara
que renovamos dos o tres veces.
También podéis usar un
bacalao fresco.
Ponemos un cazo con
abundante agua clara al fuego, añadimos los trozos de bacalao enteros con piel,
estamos pendientes cuando empiece a hervir lo retiramos y reservamos.
Mientras andaremos pelando
unas patatas jóvenes y cortándolas en trozos regulares no muy grandes,
enjuagamos y reservamos.
Cuando retiremos el bacalao
añadimos en el mismo líquido las patatas y dejamos en ebullición no menos de ½ hora,
hasta que estén muy bien cocidas.
Las cantidades son relativas,
podíamos hablar del doble de peso de las patatas que del bacalao, aunque la proporción
la decidís vosotros según la intensidad del sabor de nuestro pescado.
Vamos separando la piel de
la carne del bacalao.
Necesitamos un poco de ajo picado muy fino, y algo de perejil también muy picado.
Cuando tengamos nuestras
patatas listas escurrimos y aún calientes mezclamos con los demás ingredientes
y formamos una masa homogénea y bien trabada.
Dejamos reposar tapado para
que no se reseque hasta que se enfrié.
Es hora de freír nuestras
croquetas, es algo inmediato que tenemos que hacer con paciencia.
Es el momento de añadir un
huevo batido a nuestra masa y mezclarlo muy bien hasta conseguir una masa homogénea.
Antes de seguir tenemos que dedicar
un poco de atención a esta forma de cocinar.
Las frituras es una elaboración
muy interesante de la cocina, aunque requiere cierta habilidad.
Se trata en definitiva de
cocinar con algún tipo de grasa muy caliente los alimentos, que por este efecto
de la alta temperatura caramelizan su envoltorio exterior y se cocinan en su
interior de forma homogénea.
La mala fama para la salud de
las frituras en nuestra dieta habitual tiene algo de fundamento.
En realidad tiene cierta
importancia el tipo de grasa que elijamos, sea de tipo vegetal o animal.
En el caso más saludable de utilizar
un aceite de oliva, el proceso de freír supone que este interesante ingrediente
pierda muchas de sus propiedades beneficiosas, e incluso aparezcan justo las
contrarias.
Mucho hay estudiado y
escrito sobre los efectos nocivos de este tipo de comidas en nuestra dieta
cotidiana, por resumir de alguna forma y tener una información clara de lo que vamos
a comer.
Destacar que el proceso de freír
influye directamente en nuestros alimentos eliminando una parte importante de
sus nutrientes, que se pierden con la alta evaporación del agua, que es sustituida
por el aceite, que pasa a formar parte de nuestro comida en una proporción considerable,
lo cual supone un aporte extra de carbohidratos y sus correspondientes calorías.
Pero además nuestro beneficioso
aceite pierde muchas de sus ventajas saludables al calentarse a alta temperatura
sobre todo la aparición de ácidos grasos trans responsables del colesterol, Otra aparición importante los radicales libres durante el proceso de oxidación,
aparte de una cantidad de sustancias como alcoholes, lactosa e hidrocarburos.
Existen no obstante algunas reglas
básicas para mejorar alguno de estos aspectos.
Usar un aceite de calidad, a
temperatura ambiente, bien conservado, que no sea recalentado y en caso de
reutilizarlo que este muy bien filtrado.
Durante el proceso de freír debemos
vigilar la temperatura y que el aceite no llegue a calentarse en exceso.
Hoy en día
existen multitud de aparatos domésticos específicos para freír de bastante calidad
que procuran mejorar estos aspectos.
Aun así no es aconsejable
una dieta continua de frituras, aunque un consumo esporádico moderado no supone
riesgo para nuestra salud.
Volviendo a nuestra comida
usaremos una sartén amplia con abundante aceite de sabor suave, lo ponemos a
calentar, normalmente al fritura se debe hacer a una temperatura situada entre
los 160º y los 190º, dependiendo del tamaño de los alimentos.
En nuestro caso las
proporciones no deben ser demasiado grandes, así que os aconsejo un fuego
moderado, e ir vigilando el punto de nuestra fritura para que llegue a dorarse
sin quemarse, y procurar regular el fuego cuando la sartén este vacía para no
aumentar la temperatura y se llegue a quemar el aceite.
El proceso es bastante simple, con dos cucharas vamos proporcionando y moldeando nuestra masa hasta conseguir un tamaño similar que vamos depositando en el aceite ya caliente, recordar el orden de colocación e ir dándole vueltas con delicadeza en el mismo orden.
Notaremos cómo se va creando
una película dorada y crujiente alrededor de nuestra masa.
Es importante escurrir muy
bien las croquetas ya fritas, podemos usar un colador además de un papel absorbente.
Se van colocando nuevas porciones
en sustitución de las ya fritas.
Es un proceso mecánico que
hay que hacer con cierta paciencia y dedicación.
Una vez escurridas se
colocan en una fuente para servirlas.
Podéis espolvorearlas con
algo de sal fina.
The End.
Esta es una magnifica comida
para un entrante.
Se dejan comer algo frías, así
que también os puede acompañar en alguna excursión campestre.
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