Es una secuencia en la cocina de la que aprendemos bastante.
Os voy a contar la esencia de
este proceso, las reglas fundamentales.
Nos abre un abanico de posibilidades de comidas elaboradas y bastante sanas .
En cada receta desarrollaremos las múltiples combinaciones que nos permiten llegar al resultado que más nos seduzca.
En cada receta desarrollaremos las múltiples combinaciones que nos permiten llegar al resultado que más nos seduzca.
Vosotros mismos podéis
divertiros jugando con estas cosas.
Veréis que conforme
avanzamos en la secuencia las preparaciones se van volviendo más elaboradas y
con resultados más sofisticados. Hasta llegar al suflé, que considero una
comida bastante importante.
Empezamos por las
cremas.
Normalmente las hacemos de
verduras, pero es posible hacerlas de casi todo.
La elaboración es prácticamente
la misma. Solo existe una cierta variación de sus componentes, según los ingredientes
que vayamos a utilizar.
Para empezar hay que plantearse
el ingrediente principal. Digamos una verdura, o una combinación de ellas.
Es una ocasión para
aprovechar los restos de nuestro frigorífico.
La idea básica es cocerlas
para reblandecerlas y sacarles su sabor, utilizando ingredientes que nos ayuden
a darles cohesión y homogenizar su textura.
Se puede usar desde caldo de
ave a leche, u otros derivados lácteos con mayor materia grasa. Incluso queso.
A mí me gusta cocinarlo todo
junto, de tal forma que la grasa se una perfectamente con la fibra de nuestras
verduras.
Hay que aromatizarlo, aquí también
tenemos algo de creatividad. Yo recomiendo, la pimienta, la nuez moscada, jengibre,
algo de comino, un toque de curry en algunas cremas frías… y en
algunos casos vino.
Cuando mejor aderezadas estén
menor ha de ser al cantidad de sal.
Normalmente la cocción no
debe ser prolongada, al objeto de evitar perder las características saludables
de nuestras verduras.
En mi opinión es bastante
importante que las cremas estén perfectamente trituradas y resulten con una
textura suave.
El éxito está en poder apreciar
el sabor a partir de esa ligera mezcla.
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Las quiches, suponen un paso más.
Partimos de una crema, ahora
vamos a convertirla en casi sólido,
sin perder su sabor. Para ello nos vamos a ayudar del horno.
Sobre nuestra crema base hay
que añadir algo de harina, queso y huevo, que serán nuestros aliados para
conseguir el tránsito.
Además podemos añadir tropezones,
algo de vino blanco seco y algún aderezo más. Seguimos jugando.
Las quiches requieren un
molde que nos permita darle forma, normalmente un molde plano.
La elaboración tradicional
de estos pasteles salados siempre se realiza mediante un fondo de la llamada masa quebrada,
o pasta
brisa, que debemos tener cocinado previamente y sobre la que echamos nuestra
mezcla.
La masa quebrada es el
amasado más sencillo, un primer paso accesible para entrar en el mundo de la
gran cocina elaborada.
Básicamente consiste en una mezcla
de harina, algo de agua, un emulsionante y materia grasa, normalmente
mantequilla.
Si usamos aceite, estamos
entrando en el mundo de las cocas.
Se trata de una masa que debido
a la proporción alta de materia grasa al hornearse tiene una corteza con una
cierta rigidez quebradiza (de ahí su nombre).
Cuando añadimos huevo y algún
otro ingrediente como el azúcar o miel, la corteza rígida puede desaparecer y la
masa se desmenuza. Estamos ante la masa sablé.
Esta es una preparación básica
de la masa quebrada.
Para la masa necesitamos harina,
puede ser integral, y mantequilla o manteca, la proporción
puede ser de 2 partes de harina por una de grasa.
Hay que trabajar esta mezcla
con un poco de agua, y añadir algún emulsionante como bicarbonato sódico o
levadura. Necesita un poco de reposo en frigorífico.
Una vez pasado este tiempo la
extendemos sobre una superficie cubierta de harina con un rodillo, y una vez
que quede homogénea cubrimos el molde recortando los bordes.
Suelen ser moldes poco
profundos y con el borde ondulado característico, pero puede serviros cualquier
cacharro que admita horno.
La base tiene que estar
horneada previamente al relleno, conviene pinchar con un tenedor la base y
bordes para que la masa no se deforme con el calor.
Como la masa puede que haya
cogido temperatura al estar manipulándola, hay una recomendación practica que
cosiste en meterla en el congelador ya en el molde un rato antes de hornear, de
esta forma conseguiremos que quede homogénea.
De cualquier forma es una posibilidad a elegir. Aunque todas las recetas de quiches requieren nuestra base comestible.
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Los suflés. El último paso.
Partiendo de nuestras cremas
podemos llegar al éxtasis del sabor con un suflé.
La idea es conseguir que
nuestra crema pase aun estado más que sólido, etéreo. La sensación de que el
sabor se nos escapa pero está ahí con todo su esplendor.
Es una elaboración que
requiere cierta técnica, pero se puede conseguir.
UNA QUICHE QUE QUIERE SER SUFLÉ |
Para realizar el suflé
nuestra crema base debe permanecer con una textura homogénea, aunque algo más sólida.
La base para la elaboración de un suflé son las claras de huevo batidas a punto de nieve.
Aquí es donde tenemos que
esmerarnos con cuidado de tener los utensilios perfectamente limpios, y separar
perfectamente las dos partes del huevo sin mezclarlas.
Aunque puede ser un
ejercicio divertido de cocina levantar las claras a mano, yo os aconsejo unas
varillas mecánicas.Ayuda que los huevos estén algo fríos, añadir un poco de sal antes de empezar.
Otro aspecto importante a
tener en cuenta es la forma de mezclar las claras ya batidas con la crema que
nos dará el sabor.
Hay que hacerlo con cuidado,
con movimientos envolventes y de forma suave procurando que al mezcla quede lo más
homogénea posible pero sin mezclar demasiado. Es importante que las crema de base este templada, o en ningún caso caliente.
Ahora hay que hornear esta
sutil mezcla, aquí tenemos otra cuestión de bastante importancia para el éxito de
nuestro resultado.
Debemos tener el horno ya
caliente, y usar un cacharro refractario con las paredes altas, bien engrasado
para facilitar que la mezcla suba de forma uniforme por todas las paredes del
molde.El tiempo es variable, entre 20 y 30 minutos, lo notaremos por el aspecto y por el aroma.
Algunos suflés requieren más
tiempo en el horno para que resulten más tostados. Eso depende de vuestro
criterio.
El calor debe ser moderado y
constante, recordar que una vez hecho el suflé, pierde su volumen cuando se va
enfriando.
Esto supone que es una
comida inmediata, que debe estar hecha en su momento justo y estar pendiente
del ritmo de la comida.
Hay que encontrar el
equilibrio entre la textura y espesor de la crema base y la proporción de las
claras de huevo.
So es demasiado espeso
tardara más en subir o habrá que añadir más cantidad de clara.
Por el contrario una crema
ligera sube pronto.
Hay algunos trucos, como
utilizar algo de gelatina, aunque conseguir la proporción adecuada y elegir el momento
exacto de hornear es bastante complicado.
Os aconsejo empezar por
alguno sencillo, seguro que os animáis a pasos más atrevidos.
Un suflé puede suponer una magnifica forma de empezar una comida, o de terminarla. Además es una forma de aprovechar todo lo que tengamos por nuestras despensas y frigoríficos.
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