Ya hemos estado hablando en
este blog sobre el misterio de la comidade los ángeles y de cómo es posible encontrar alguna respuesta cuando andamos
rondando algún postre.
No es nuevo asociar estas
delicadas y sensuales comidas a nuestro lado más espiritual.
Quizás el caso del tiramisú
sea uno de los más evidentes. Saborear este delicado y sencillo dulce puede ser
una experiencia difícil de olvidar.
La unión entre el café con
algún licor, que impregna un bizcocho suave, queda superada por la perfecta
crema que lo cubre rematada por el delicioso amargo del cacao.
La simbiosis de estos
ingredientes aparentemente dispares, llegados algunos desde las colonias
lejanas, puede constituir uno de los postres más extraordinarios.
Pero, ¿qué es exactamente el tiramisú?
Aunque no existe una receta
única y universal, este postre originario de Italia, concretamente del Véneto,
tiene en su elaboración una serie de invariantes que lo identifican.
Como muchas recetas que han
trascendido su lugar de origen y se han lanzado al repertorio de las comidas del mundo, en su deriva pueden
perder parte de su identidad y adaptarse a otras latitudes y a otros productos.
Pero para conocer y apreciar
el auténtico tiramisú hay que buscar su origen.
Curiosamente no se trata de
un postre antiguo, es relativamente reciente, nació entorno a los años 40 del
pasado siglo, en Treviso.
Su leyenda le atribuye
propiedades reconstituyentes que lo hacían muy apropiado como tentempié para
las noches de encuentros reconfortantes en lugares de costumbres disipadas.
Efectivamente sus
ingredientes son los adecuados para una un aporte energético inmediato.
Un bizcocho suave, el café, y algo de cacao y las yemas de huevo convenientemente aditivadas con vino de marsala.
Un bizcocho suave, el café, y algo de cacao y las yemas de huevo convenientemente aditivadas con vino de marsala.
Un ponche en toda regla.
Más adelante, a esta
acertada unión, se le añade la crema deliciosamente grasa y dulce del queso
mascarpone.
Un ingrediente de peso para terminar una buena comida y su correspondiente reposo.
Un ingrediente de peso para terminar una buena comida y su correspondiente reposo.
Ya se tienen referencias concretas
de este postre hacia los años 50 en el restaurante Toulá de Milán, donde se servía tal y como lo vamos a cocinar.
Delantal.
Para una correcta
elaboración de este postre es importante utilizar el conocido como queso
mascarpone.
Se trata en realidad de un
cultivo sobre la nata sobrante de la leche utilizada en la elaboración del
queso de Parma. Esta mezcla se calienta ligeramente y se deja reposar en frio.
Una elaboración más parecida
al yogur que al queso.
Al no llevar sal en su
elaboración es un producto lácteo muy perecedero que debe consumirse respetando
su tiempo de conservación recomendado.
El resultado es una crema
extremadamente grasa con un agradable sabor dulzón.
Toda una delicia a nuestro
paladar, hasta tal punto que es quizás uno de los ejemplos más evidentes del
quinto sabor que se conoce como umami. Un
concepto nuevo definido hacia 1908 por el científico japonés Kikunae Iked. Completando así la
apreciación de nuestros sabores junto con lo dulce, salado, amargo y ácido.
Si no encontráis este queso
usar un producto lacteo pastoso y sin sabor definido bastante graso.
Los demás ingredientes del
tiramisú son más comunes.
Un buen bizcocho esponjoso,
algunos granos de un buen café, algo de cacao de calidad y unos huevos frescos.
Nos vendrá bien también
algún licor para el café, algo de amaretto
o coñac.
Y también algún vino dulce
reconfortante para la crema.
Si no encontráis el genuino marsala
siciliano usar cualquier vino dulce de uva moscatel que encontramos de mucha
calidad por todo el sur de España.
Necesitamos entorno a 4
huevos por unos 250 g de queso mascarpone.
Separamos la clara de las
yemas de nuestros huevos, las claras las dejamos en frio a reposar.
Las yemas se mezclan en un
recipiente con el queso a temperatura ambiente, hay que hacerlo con paciencia. Primero
con una espátula y rematamos con unas varillas.
Al final añadimos el vino
dulce.
Obtendremos una crema homogénea
agradable de un ligero color amarillento, añadimos algo de azúcar, no
demasiada.
Una vez frías las claras
de huevo añadimos una pizca de sal y las montamos para que queden
consistentes. Reservamos en frio
.
Ahora tostaremos los granos
de café.
Vamos a utilizar un recurso
de pastelería antigua, aunque también podéis usar un café expreso normal del
que andéis tomando.
En un cazo al fuego sin ningún
tipo de líquido añadimos un puñado de granos de café.
Cuando notemos que empiezan
a chisporrotear añadiremos el coñac o algún tipo de licor.
Podemos flambear.
Añadimos agua y dejamos
cocer un tiempo a fuego suave para
obtener nuestro café.
Ahora comenzamos a montar
nuestro postre.
Utilizaremos una bandeja
algo profunda donde lo serviremos. El tiramisú no necesita ningún tipo de cocción.
Colocamos los bizcochos bien
impregnados en el café sobre el fondo.
Hay que procurar cubrirlo por completo
de forma ordenada.
Es hora de mezclar nuestra
crema con las claras montadas.
Se trata de un proceso muy común
en la repostería, no tiene un gran misterio solo cuidar de que durante el
movimiento las claras no pierdan su consistencia y sean capaces de trasmitírsela
al resto de la crema.
El secreto; añadir las
claras montadas sobre la crema y mediante movimientos suaves y continuos desde
el fondo crear una unión homogénea de las dos cosas.
Cubrimos los bizcochos con
esta crema. Hay que cuidarlo, será el aspecto final de nuestro postre.
Para terminar con
cacao espolvoreado sobre la superficie. podéis ayudaros de un colador para hacerlo de forma homogénea.
Para mejorar su aspecto podemos
hacer un tipo de adorno sencillo con algún utensilio de cocina.
Necesita un reposo en frío de unas horas, no menos de tres.
The End.
Sera difícil que este postre
no forme parte de vuestro repertorio habitual de comidas.
Su enorme sencillez
contrasta con la extraordinaria mezcla de sabores y texturas que lo envuelven.
Solo un consejo, es bastante perecedero necesita mantenerse en frío siempre.
En algunas ocasiones lo he
tomado en su país de origen sobre un plato enfriado.
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