Esta es una comida algo
especial, un guiso de marmita. Aparentemente sus ingredientes resultan
sencillos y algo contrapuestos.
No es difícil encontrar en
toda la gastronomía uniones acertadas entre vegetales y pescados, aunque con
mariscos es algo más difícil.
Tenemos que andar rebuscando
en recetarios tradicionales de pueblos
marineros de las zonas meridionales para encontrar sugerentes comidas, donde el
mestizaje entre los productos del mar y de la huerta, ofrecen una acertada
unión.
Algunas de estas recetas ya forman parte del
suculento Olimpo de las comidas consagradas.
Por recordar algunas.
Las insuperables alcachofas
con almejas que se andan cocinando por el Norte de España.
La sencilla ensaladilla de pulpo andaluza que necesita algo de pimiento verde.
Todo el repertorio de las empanadas gallegas de mariscos, a destacar la de zamburiñas.
Sin olvidarnos de los sublimes chipirones con ajetes del levante español.
La sencilla ensaladilla de pulpo andaluza que necesita algo de pimiento verde.
Todo el repertorio de las empanadas gallegas de mariscos, a destacar la de zamburiñas.
Sin olvidarnos de los sublimes chipirones con ajetes del levante español.
En esta ocasión unimos a una
de las criaturas del mar más apreciadas
por su calidad y sabor en la cocina, el langostino, con un vegetal anodino y
sencillo, lo cual no significa que sea una de las verduras más interesantes y
sanas en nuestras marmitas.
De las múltiples bondades de
sabor y propiedades saludables del langostino ya hemos estado hablando en algo del mar.
Nuestro otro acompañante, el
cardo común, o cardo de huerta es otro prodigio. Una planta insignificante, casi silvestre,
que se adapta a casi cualquier clima.
Se trata en realidad de un
tallo, pariente muy cercano de la alcachofa, comparte muchas de sus
propiedades.
Su cultivo en algunas zonas
llega a ser muy sofisticado a pesar de
su sencillez.
El tallo suele cubrirse con tierra hasta su consumo al objeto de
evitar su exposición al sol y conseguir así un color blanquecino que repercute
en su sabor suave.
El resultado son las pencas
libres de espinas y la piel rugosa que las protege, para dar paso a un
interesante vegetal muy sabroso.
Para consumirlo es
aconsejable cocerlo previamente.
Delantal.
Los cardos de cocina de
cierta calidad son difíciles de encontrar, son cultivos muy específicos vinculados
a zonas rurales.
Si no tenemos acceso a ellos es mejor recurrir a algún
envasado de calidad de los muchos que podemos encontrar, que normalmente viene
ya cocidos.
Escurrimos los cardos después
de enjuagarlos.
Utilizaremos unos
langostinos crudos, si no los encontráis frescos podemos usar alguno congelado.
Guardamos los langostinos en un lugar fresco.
En un cazo añadimos agua
para cubrir los despojos y ponemos en ebullición, cuando comience a hervir
retiramos inmediatamente, colamos el caldo y reservamos.
Utilizamos una cazuela
refractaria, ponemos a calentar con un fondo de aceite.
Añadimos unos dientes de ajo cortado en láminas, no hace
falta cocinarlos demasiado.
Añadimos los cardos y
dejamos sofreír junto con los ajos, moviendo con delicadeza.
Añadimos también un
poco de vino blanco seco, cubrimos con parte del caldo y dejamos cocinar, si
estamos usando unos cardos ya cocidos no necesitaremos demasiado tiempo, apenas
10 minutos.
Es importante no tapar
nuestra cazuela para que las verduras no se reblandezcan con la cocción y
resulten tersas.
Podéis añadir ahora algo de
sal de forma moderada y un poco de pimentón, a ser posible picante según os
guste.
Es el momento de agregar nuestros
langostinos, movemos con cuidado y dejamos cocinar, no necesita demasiado
tiempo el justo para que el marisco este en su punto.
Un poco de reposo ayuda a
trabar la gelatina del langostino con el aceite.
The End.
Servirlo templado, aunque
admite recalentarse.
Un buen vino blanco seco será
el acompañamiento ideal de esta deliciosa comida.
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