Esta es una de esas comidas
fecundas y versátiles, es conocida por todos por sus múltiples usos en
nuestra cocina cotidiana.
La aplicación de esta salsa
a algunos de los platos más estandarizados de comida rápida, ha llevado a este interesante
ingrediente a ser uno de los más
consumidos en el mundo.
Ya hemos estado contando que
el tomate que llego de América no fue realmente introducido en nuestras cocinas
hasta bien entrado el siglo XIX, cuando empezó a formar parte de nuestras
comidas, sobre todo en Italia, donde ha llegado a ser un ingrediente esencial
junto con sus quesos y masas para pasta.
Podemos recordar las salsas
de tomates para pizzas y pasta, normalmente aromatizadas con alguna hierba
natural y aceite de oliva.
El tomate frito español, es
otra variedad de esta salsa, asociada a comidas de campo. Acompaña a guisos de
caza, de corral y suculentos pistos de verduras.
Pero también la encontramos
en la comida mejicana y tropical, aderezada con moles, chile, limón y otras
especies. Con toda el espectro de sabores y matices según las comidas, desde
rellenos de tortas a ensaladas con aguacates y otras frutas.
Aun avanzamos un paso más si
pensamos en los mestizajes con comidas indias que han dado lugar al kétchup y sus derivados, tan común en la
comida rápida anglosajona.
Después de todo este
apetitoso recorrido os voy a contar como hacer una salsa de tomate tradicional,
un guiso antiguo de marmita y paciencia, una de esas comidas de fondo de
cocina.
Nos sirve para casi
cualquier cosa.
Pasteles de verduras
salados, preparaciones con huevos, pescados, carnes y fiambres y por supuesto
para la pasta.
Delantal.
Los ingredientes pueden
variar pero fundamentalmente necesitamos unos tomates bastante maduros, algo de
apio, cebolla o puerro, zanahoria, algunas especies como pimienta negra y algo
de albahaca.
Y nata o crema para
espesarla y darle textura.
Primero quitamos la piel a
los tomates y extremos la pulpa.
Lo más sencillo es cocerlos
ligeramente con agua un instante hasta que la piel se desprenda fácilmente.
También podéis usar un
tomate en conserva entero pelado que se suelen encontrar de muy buena calidad.
Vamos cortando las
hortalizas en trozos pequeños regulares de tamaño.
En un fondo de aceite y
mantequilla rehogamos las verduras, empezamos por la cebolla, después añadimos
la zanahoria y el apio, es el momento de algo de pimienta negra y la albahaca.
Es conveniente añadir algo
de tomate concentrado o un tomate desecado para aumentar el matiz del sabor del
tomate.
Dejamos cocinar a fuego bajo
tapado sin prisa. Podemos ir pelando los tomates.
Añadimos la pulpa de los
tomates en trozos no muy grandes, conviene corregir la acidez de los tomates
con algo de azúcar, incluso con algún licor dulzón.
Dejamos cocer tapado a fuego
lento un buen rato.
Notaremos por el aroma que
ya está listo, entonces añadimos la crema, mezclamos muy bien. Es el momento de
corregir el aderezo y la sal.
Podéis añadir alguna otra
especie según la comida que acompañe, como laurel, o guindilla, pimentón, perejil…aunque
os aconsejo solo un matiz y evitar sabores intensos.
Dejamos cocinar algo de
tiempo sin tapadera.
Una vez terminado dejamos
reposar y trituramos muy bien, debe de quedar una crema homogénea.
The End.
Es importante usarla
caliente, o al menos templada.
En ocasiones si utilizamos
un tomate muy maduro y una zanahoria de tipo ecológico, que tiene un color menos
intenso, puede resultar la salsa con un aspecto algo apagado de tono, podemos
añadir azafrán o un colorante alimentario para aumentar el matiz anaranjado y
que resulte más viva y atractiva de aspecto.
Pero no preocuparos, este defecto resulta insignificante cuando la
probéis.
El objeto de
esta salsa es que resulte atractiva al paladar por la combinación entre el cierto ácido del tomate matizado con el
dulzor del resto de los ingredientes.
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