Cuando llega el otoño se
reconoce en nuestros campos por la aparición de las setas.
Esta vistosa eflorescencia
de los hongos marca un punto de inflexión con la entrada de solsticio de
invierno, un tránsito hacia una estación propensa al recogimiento y el abrigo, que
tiene también su repercusión en nuestras comidas.
Al menos en el hemisferio
Norte.
Es un momento de intensa
actividad gastronómica, nuestra dieta comienza a variar sutilmente y vamos adaptando
comidas que reconocemos como propias del invierno y dejando atrás los frescos y
ligeros platos veraniegos.
Los agradables gazpachos
empiezan a sustituirse por reconfortantes caldos y cremas de verdura templadas.
Las migas, potajes de
legumbres y guisos de caza sustituyen a ensaladas y a las carnes y pescados
asados.
Todo un repertorio de comidas
más consistentes entran en nuestra dieta cotidiana.
La cocina de las setas anticipa
el tránsito a esta nueva época.
Vamos a cocinar unos níscalos,
una seta muy común, también conocida como rovellón.
Concretamente la variedad
que proviene del hongo denominado lactarius deliciosus es la más común en España,
propia de bosques mixtos de pinos.
Su pariente la lactarius
sanguifluus se extiende además por toda Europa y Asia.
Delantal.
Lo primero lavarlos bien con agua.
Añadimos unos ajos enteros simplemente aplastados y algunos gajos de cebolla, sin que lleguen a dorarse añadimos los níscalos, dejamos cocinar a
fuego fuerte, añadimos algo de sal marina gruesa, pimienta negra molida, y al final un ligero
toque de pimentón picante.
Os resultara curioso comprobar que cuando los ajos se desprendan de su piel, la comida esta en su punto.
The End.
Servimos en una fuente
templada y añadimos algunos granos de granada.
Es una comida inmediata.
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