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Es sin duda uno de los grandes clásicos del cine dedicado a la gastronomía.
Esta película es una fábula. Es un cuento con un final feliz.
"Fueron felices y comieron codornices".
Pero esta película es mucho más.
Una bonita historia
sobre como la generosidad de una mujer, cocinera de profesión, consigue llegar
al corazón, no solo de los protagonistas de la historia, sino también del
espectador, a través de lo que mejor
sabe hacer. Cocinar.
Con esto se desvela uno de los rasgos más interesantes de la afición hacia la
cocina y a la comida de muchos de nosotros.
Es ante todo una forma de
hacer felices a los demás.
Una forma de comunicación a
través de uno de los actos más desinteresados que supone elaborar unas materias
primas básicas y conseguir, con nuestra creatividad, compartir con las personas
cercanas la imprescindible alimentación cotidiana que nos permite vivir.
En esta película esto resulta aún más evidente.
En el oscuro mundo de un
profundo espíritu puritano en los páramos de la costa oeste de Dinamarca, en el
lugar más sórdido y austero que podamos imaginar -en la película no somos capaces de ver ni un solo
árbol, ni un solo día de sol con la excepción del crepúsculo del cartel anunciador- una mujer
es recogida cuando huye de la guerra y de la desaparición de su mundo.
Estas sencillas personas al
acogen y cuidan de ella durante 14 años.
Un golpe de suerte en un
juego de loterías hace que nuestra protagonista consiga una cantidad importante
de dinero, y decide agradecer a sus generosos protectores el haberle hecho
parte de su austero mundo mediante una gran comida. Un verdadero festín.
El festín de Babette.
El festín de Babette.
Un inteligente contraste entre el
aciago, austero y primitivo mundo y su extremo opuesto. La más sofisticad
civilización, que se muestra a través de la comida más extraordinaria, elaborada
y refinada que podamos llegar a conocer.
En la película se nos muestra la sencilla comida de los habitantes de esta zona a base de productos muy básicos, como pescados en salazón y pan de cerveza.
En la película se nos muestra la sencilla comida de los habitantes de esta zona a base de productos muy básicos, como pescados en salazón y pan de cerveza.
Resulta evidente como la cocina representa el refinamiento de una cultura, al
contraponerlo a un mundo ajeno a cualquier adorno superfluo de una remota región con escasos
recursos.
Nos hace meditar como las grandes civilizaciones van asociadas a asentamientos fértiles y productivos. Las buenas cosechas consecutivas dan tiempo y bienestar para crear algo más que lo estrictamente necesario para vivir. La cultura.
Nos hace meditar como las grandes civilizaciones van asociadas a asentamientos fértiles y productivos. Las buenas cosechas consecutivas dan tiempo y bienestar para crear algo más que lo estrictamente necesario para vivir. La cultura.
Pero esta película tiene aún muchas más cosas que contarnos.
La película está basada en un relato de Isak Dinesen (Karen Blixen-Finecke) que nos descubre un mundo apasionante. Detrás de la historia hay mucho más, está
llena de mensajes subliminales.
Empezamos por la autora, bastante conocida por todos gracias a una de sus
novelas más destacadas Memorias de África. (1.937) Llevada
al cine de forma impecable por Sydney Pollack en 1985. con el personaje prácticamente
autobiográfico de la autora perfectamente interpretado por la actriz Meryl Streep.
Resulta paradójico que la
baronesa Blixen-Finecke llegara África con sus porcelanas, mantelerías y
servicios de plata. Debió de ser sin duda una persona refinada y conocedora de
la buena mesa.
En la fábula se da mucha importancia no solo a la comida, sino a toda la parafernalia que acompaña a una buena comida. Menaje, servicios de mesa, mozos de comedor...
En la fábula se da mucha importancia no solo a la comida, sino a toda la parafernalia que acompaña a una buena comida. Menaje, servicios de mesa, mozos de comedor...
CASA EN KENIA DE KAREN-BLIXEN. http://www.revista80dias.es/viajes/kenia-el-diamante-de-africa/ |
Este relato está escrito con
la distancia del tiempo, se publica a mediados de los años 30, cuando la autora
había terminado su aventura africana, con un final no demasiado feliz. La
crisis del precio del café del año 1.931 la obliga a renunciar su querido
paraíso de Kenia.
No se puede evitar
establecer un paralelismo entre la protagonista de nuestra historia, Babette y
la propia autora.
Las dos vienen de un mundo
civilizado, desde la élite social del mismo. Existe un contraste evidente entre
mundos antagónicos, distantes y contrapuestos.
En el caso de esta historia, aunque no salimos de la costa de Jutlandia, podemos llegar a imaginar cómo pudo ser el refinado y sofisticado mundo del París del segundo Imperio de donde viene nuestra protagonista.
Y aquí llegamos a otro aspecto interesante a tener en cuenta.
En el caso de esta historia, aunque no salimos de la costa de Jutlandia, podemos llegar a imaginar cómo pudo ser el refinado y sofisticado mundo del París del segundo Imperio de donde viene nuestra protagonista.
Y aquí llegamos a otro aspecto interesante a tener en cuenta.
La autora de la historia
debió ser una feminista convicta. Le tocaba en esa época a
cualquier mujer que consiguiera sobrepasar las rígidas normas de su entorno
social.
En el caso de Karen Blixen, muy estrictas.
En el caso de Karen Blixen, muy estrictas.
Se separa de su marido por
un método poco ortodoxo. Mantiene un apasionado romance, que desemboca en una
relación libre, con el británico Denys Finch-Hatton. Aparte de ser una mujer
independiente que administra sus propios recursos.
En la novela-película se narra todo esto con perfecto detalle.
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Pero en El festín de Babette, la autora es muy indulgente.
El cuento resalta aún más el contraste entre los dos mundos, al presentarnos a los habitantes de este remoto lugar pertenecientes a la parroquia de un pastor con una estricta moral puritana.
A una especie de mundo perdido, con un culto desmedido hacia la bondad.
La bondad más pura y
desinteresada de un ser humano, representada por los personajes de las
anfitrionas de nuestra protagonista. Las hijas del pastor que sacrifican su
propia felicidad para no abandonar a su padre.
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Volviendo a nuestro relato.
Resulta que Babette no es, ni más ni menos, que la chef del CaféAnglais. De Paris.
Resulta que Babette no es, ni más ni menos, que la chef del CaféAnglais. De Paris.
Y, ¿qué es el Café Anglais? Bueno, pues uno de los grandes
templos
de la cocina francesa del siglo XIX. Por no decir la catedral.
Este establecimiento abrió sus puertas hacia 1.802, con el éxodo de los cocineros con la
desaparición de las grandes casas tras la Revolución Francesa.
Se asienta como restaurante
de moda y uno de los mejores hacia mediados del siglo XIX, y mantiene su
liderazgo hasta el año 1.913, en que las nuevas corrientes modernistas
sustituyen el viejo edificio neoclásico.
Su último chef, el señor Claudius Bourdel, y su yerno André Térail venden este
establecimiento, y trasladan todo su conocimiento y su bodega a otro gran
templo de Paris, La Tour d’Argent. Mítico restaurante que data de 1.587, que
desde entonces toma el relevo de la gran cocina francesa, hasta prácticamente
nuestros días.
Ambos establecimientos, el
Café Anglais y La Tour d’Argent, siguen abiertos hoy en día. Aunque
sobreviviendo a base de su leyenda y del turismo, fundamentalmente americano.
No hace falta ser muy
perspicaz para entender que en ningún momento, dentro del privilegiado y
elitista mundo de los grandes gurús de la cocina francesa,
pudiéramos pensar en una mujer.
Y menos en 1.870, año en que
está ambientada la historia de Babette.
El director danés Gabriel
Axel hace un perfecto trabajo, ya que de alguna manera presenta a una Babette algo
andrógina, asexuada, y sin el más mínimo atisbo de sensualidad, en los 14 años
que discurren por el espectador.
Hecho perfectamente
justificado al ser una refugiada de guerra y haber perdido a su marido e hijo.
Pero en definitiva esto es un cuento.
¿Qué nos cocina la chef del
Café Anglais.?
Nos cocina desde luego,
porque asistimos en directo paso a paso a la preparación del plato fuerte de la
cena.
Codornices en sarcófago.
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A parte de que recorremos la
mesa con todas sus viandas, y sus distintos vinos, somos prácticamente unos
invitados más a la cena, aunque virtuales.
Algo es algo.
Algo es algo.
Babette sorprendió a sus
invitados con este menú.
Sopa de Tortuga.
Una receta clásica. Cocinada
desde antiguo por el importante aporte de proteínas de este animal. A parte del
bajo contenido en grasas. Era una comida reconstituyente.
Muy afamada en todo el
caribe y el sur de Estados Unidos. Fue importada a Inglaterra en el siglo
XVIII.
En los monasterios cartujos
siempre encontraremos el tortugario, una alberca donde se
criaban galápagos para consumir en la frugal dieta de estos estrictos monjes,
que solo comían algunas verduras cultivadas por ellos mismos.
En este caso Babette nos
propone la receta tradicional que iba acompañada de caldo de vaca para darle más
consistencia.
La acompaña con un Vino amontillado.
Esta receta es solo para
verla en la película. Hoy en día sería inviable cazar tortugas. La variedad que
se usa para esta receta, la tortuga mordedora es una especie en extinción.
Blinis Demidoff
Un clásico. Los deliciosos bollos
suaves hechos en el momento, mezcla de harina, fécula de maíz, huevos, crema y
levadura., con caviar y algo de nata agria.
Lo acompaña con un Champagne Veuve Clicquot de 1860
Lo acompaña con un Champagne Veuve Clicquot de 1860
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Codornices en sarcófago
La receta estrella de la película.
Esta es una receta de los
grandes cocineros franceses del siglo XIX. Una receta de la gran época dorada
de la cocina, de Careme y de Escoffier.
Asistimos a su elaboración, con
algún que otro fallo en el script.
Se ve a nuestra protagonista
hervir las codornices como paso previo y después nos muestran el delicado
proceso de rellenarlas, pero crudas.
Los ingredientes escogidos. Las
codornices silvestres, el foie, la trufa negra, el madeira y la pimienta.
Se deshuesan las codornices
reservando la cabeza y se cuecen con especias, Se abren por la mitad y se
rellenan con foie fresco y trufa negra.
Se introducen en un molde
hecho con hojaldre. El sarcófago. Se cubren con un champiñón, se coloca la
cabeza y se vuelven a cocinar en el horno, acompañado con una reducción hecha
con el caldo de cocerlas y madeira o brandy y algo de pimienta negra.
Se sirven cubiertas con la
salsa.
Las acompañan
con un Château Clos Vougeot de 1.845, un Borgoña de gran calado.
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En este blog tenéis una interpretación libre de esta interesante comida.
Tras este plato, Babette sirve una ensalada con endivias, escarola y nueces, haciendo la típica vinagreta provenzal con frutos secos delante nuestra.
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Y los quesos.
Los postres.
Baba. Un
bizcocho muy esponjoso bañado en licor. Normalmente Limoncello.
De origen polaco, se
introduce en Francia por Alsacia, en el siglo XVIII.
Ya entrado el siglo XIX
traspasa los Alpes y se asienta en Nápoles. De donde hoy en día se recuerda.
Se ven por la escena algunas frutas escarchadas.
Frutas frescas, de varios
tipos, uvas, higos, piña, mangos…
Acompañan con un Vieux Marc de Champagne.
Un destilado de alta graduación, que se usa como digestivo, algo parecido al orujo o a la grappa.
Un destilado de alta graduación, que se usa como digestivo, algo parecido al orujo o a la grappa.
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Y café para terminar.
La comida que vemos en la película esta organizada por el cocinero Jan Pedersen, que entonces regentaba el restaurante La Cocotte en Limoges.
Toda la ambientación y diseño artístico es impresionante, con un nivel poco común.
Desde la localización, a los decorados interiores, el mobiliario de principios del siglo XIX, propio de la juventud de las protagonistas. Hasta el vestuario, diseñado por Karl Lagerfeld.
Toda la ambientación y diseño artístico es impresionante, con un nivel poco común.
Desde la localización, a los decorados interiores, el mobiliario de principios del siglo XIX, propio de la juventud de las protagonistas. Hasta el vestuario, diseñado por Karl Lagerfeld.
Espero que disfrutéis de la película.
Y de la cena.
Tener a mano chocolate o alguna
golosina. (sic)
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