viernes, 22 de marzo de 2013

"Fueron Felices y Comieron Codornices"


© Nordisk  Films / Panorama Films International / DFI 





Es sin duda uno de los grandes clásicos del cine dedicado a la gastronomía.

Esta película es una fábula. Es un cuento con un final feliz.

"Fueron felices y comieron codornices".

 
Pero esta película es mucho más.
Una bonita historia sobre como la generosidad de una mujer, cocinera de profesión, consigue llegar al corazón, no solo de los protagonistas de la historia, sino también del espectador, a través de lo que mejor sabe hacer. Cocinar.

Con esto se desvela uno de los rasgos más interesantes de la afición hacia la cocina y a la comida de muchos de nosotros.
Es ante todo una forma de hacer felices a los demás.
Una forma de comunicación a través de uno de los actos más desinteresados que supone elaborar unas materias primas básicas y conseguir, con nuestra creatividad, compartir con las personas cercanas la imprescindible alimentación cotidiana que nos permite vivir.


En esta película esto resulta aún más evidente.
En el oscuro mundo de un profundo espíritu puritano en los páramos de la costa oeste de Dinamarca, en el lugar más sórdido y austero que podamos imaginar -en la película no somos capaces de ver ni un solo árbol, ni un solo día de sol con la excepción del crepúsculo del  cartel anunciador- una mujer es recogida cuando huye de la guerra y de la desaparición de su mundo.
Estas sencillas personas al acogen y cuidan de ella durante 14 años.
Un golpe de suerte en un juego de loterías hace que nuestra protagonista consiga una cantidad importante de dinero, y decide agradecer a sus generosos protectores el haberle hecho parte de su austero mundo mediante una gran comida. Un verdadero festín.

El festín de Babette.
Un inteligente contraste entre el aciago, austero y primitivo mundo y su extremo opuesto. La más sofisticad civilización, que se muestra a través de la comida más extraordinaria, elaborada y refinada que podamos llegar a conocer.
En la película se nos muestra la sencilla comida de los habitantes de esta zona a base de productos muy básicos, como pescados en salazón y pan de cerveza.
 
Resulta evidente como la cocina representa el refinamiento de una cultura, al contraponerlo a un mundo ajeno a cualquier adorno superfluo de una remota región con escasos recursos.
Nos hace meditar como las grandes civilizaciones van asociadas a asentamientos fértiles y productivos. Las buenas cosechas consecutivas dan tiempo y bienestar para crear algo más que lo estrictamente necesario para vivir. La cultura.

Pero esta película  tiene 
aún muchas más cosas que contarnos.

La película está basada en un relato de Isak Dinesen (Karen Blixen-Finecke) que nos descubre un mundo apasionante. Detrás de la historia hay mucho más, está llena de mensajes subliminales.
Empezamos por la autora, bastante conocida por todos gracias a una de sus novelas más destacadas Memorias de África. (1.937) Llevada al cine de forma impecable por Sydney Pollack en 1985. con el personaje prácticamente autobiográfico de la autora perfectamente interpretado por la actriz Meryl Streep.





Resulta paradójico que la baronesa Blixen-Finecke llegara África con sus porcelanas, mantelerías y servicios de plata. Debió de ser sin duda una persona refinada y conocedora de la buena mesa.
En la fábula se da mucha importancia no solo a la comida, sino a toda la parafernalia que acompaña a una buena comida. Menaje, servicios de mesa, mozos de comedor...



Este relato está escrito con la distancia del tiempo, se publica a mediados de los años 30, cuando la autora había terminado su aventura africana, con un final no demasiado feliz. La crisis del precio del café del año 1.931 la obliga a renunciar su querido paraíso de Kenia.

No se puede evitar establecer un paralelismo entre la protagonista de nuestra historia, Babette y la propia autora.

Las dos vienen de un mundo civilizado, desde la élite social del mismo. Existe un contraste evidente entre mundos antagónicos, distantes y contrapuestos. 
En el caso de esta historia, aunque no salimos de la costa de Jutlandia, podemos llegar a imaginar cómo pudo ser el refinado y sofisticado mundo del París del segundo Imperio de donde viene nuestra protagonista.
Y aquí llegamos a otro aspecto interesante a tener en cuenta.
La autora de la historia debió ser una feminista convicta. Le tocaba en esa época a cualquier mujer que consiguiera sobrepasar las rígidas normas de su entorno social. 
En el caso de Karen Blixen, muy estrictas.
Se separa de su marido por un método poco ortodoxo. Mantiene un apasionado romance, que desemboca en una relación libre, con el británico Denys Finch-Hatton. Aparte de ser una mujer independiente que administra sus propios recursos.
En la novela-película se narra todo esto con perfecto detalle.


© Nordisk  Films / Panorama Films International / DFI

Pero en El festín de Babette, la autora es muy indulgente.
El cuento resalta aún más el contraste entre los dos mundos, al presentarnos a los habitantes de este remoto lugar pertenecientes a la parroquia de un pastor con una estricta moral puritana. 
A una especie de mundo perdido, con un culto desmedido hacia la bondad.
La bondad más pura y desinteresada de un ser humano, representada por los personajes de las anfitrionas de nuestra protagonista. Las hijas del pastor que sacrifican su propia felicidad para no abandonar a su padre.



© Nordisk  Films / Panorama Films International / DFI


Karen Blixen no tuvo una vida fácil, su propio marido le contagió la sífilis, la misma enfermedad supuso el suicidio de su padre cuando ella tenía diez años. 

Pero es posible que leyendo este relato podamos comprender que nunca perdiera la fe en el ser humano y en su capacidad de afecto.


Volviendo a nuestro relato. 

Resulta que Babette no es, ni más ni menos, que la chef del CaféAnglais. De Paris.
Y, ¿qué es el Café Anglais? Bueno, pues uno de los grandes templos de la cocina francesa del siglo XIX. Por no decir la catedral.
Este establecimiento abrió sus puertas hacia 1.802, con el éxodo de los cocineros con la desaparición de las grandes casas tras la Revolución Francesa.
Se asienta como restaurante de moda y uno de los mejores hacia mediados del siglo XIX, y mantiene su liderazgo hasta el año 1.913, en que las nuevas corrientes modernistas sustituyen el viejo edificio neoclásico.
Su último chef, el señor Claudius Bourdel, y su yerno André Térail venden este establecimiento, y trasladan todo su conocimiento y su bodega a otro gran templo de Paris, La Tour d’Argent. Mítico restaurante que data de 1.587, que desde entonces toma el relevo de la gran cocina francesa, hasta prácticamente nuestros días.
Ambos establecimientos, el Café Anglais y La Tour d’Argent, siguen abiertos hoy en día. Aunque sobreviviendo a base de su leyenda y del turismo, fundamentalmente americano.



De nuevo Isak Dinesen nos sorprende. 

No hace falta ser muy perspicaz para entender que en ningún momento, dentro del privilegiado y elitista mundo de los grandes gurús de la cocina francesa, pudiéramos pensar en una mujer.
Y menos en 1.870, año en que está ambientada la historia de Babette.



El director danés Gabriel Axel hace un perfecto trabajo, ya que de alguna manera presenta a una Babette algo andrógina, asexuada, y sin el más mínimo atisbo de sensualidad, en los 14 años que discurren por el espectador.
Hecho perfectamente justificado al ser una refugiada de guerra y haber perdido a su marido e hijo.

Pero en definitiva esto es un cuento.


¿Qué nos cocina la chef del Café Anglais.?

Nos cocina desde luego, porque asistimos en directo paso a paso a la preparación del plato fuerte de la cena. Codornices en sarcófago.


© Nordisk  Films / Panorama Films International / DFI


A parte de que recorremos la mesa con todas sus viandas, y sus distintos vinos, somos prácticamente unos invitados más a la cena, aunque virtuales
Algo es algo.


© Nordisk  Films / Panorama Films International / DFI


Babette sorprendió a sus invitados con este menú.


Sopa de Tortuga.

Una receta clásica. Cocinada desde antiguo por el importante aporte de proteínas de este animal. A parte del bajo contenido en grasas. Era una comida reconstituyente.
Muy afamada en todo el caribe y el sur de Estados Unidos. Fue importada a Inglaterra en el siglo XVIII.
En los monasterios cartujos siempre encontraremos el tortugario, una alberca donde se criaban galápagos para consumir en la frugal dieta de estos estrictos monjes, que solo comían algunas verduras cultivadas por ellos mismos.
En este caso Babette nos propone la receta tradicional que iba acompañada de caldo de vaca para darle más consistencia.
La acompaña con un Vino amontillado.

Esta receta es solo para verla en la película. Hoy en día sería inviable cazar tortugas. La variedad que se usa para esta receta, la tortuga mordedora es una especie en extinción.


Blinis Demidoff

Un clásico. Los deliciosos bollos suaves hechos en el momento, mezcla de harina, fécula de maíz, huevos, crema y levadura., con caviar y algo de nata agria.
Lo acompaña con un Champagne Veuve Clicquot de 1860

© Nordisk  Films / Panorama Films International / DFI



En el apartado Las Grandes Comidas encontrareis un sucedáneo razonable. Sobre todo de precio.


Codornices en sarcófago
La receta estrella de la película.
Esta es una receta de los grandes cocineros franceses del siglo XIX. Una receta de la gran época dorada de la cocina, de Careme y de Escoffier.
Asistimos a su elaboración, con algún que otro fallo en el script.
Se ve a nuestra protagonista hervir las codornices como paso previo y después nos muestran el delicado proceso de rellenarlas, pero crudas.
Los ingredientes escogidos. Las codornices silvestres, el foie, la trufa negra, el madeira y la pimienta.
Se deshuesan las codornices reservando la cabeza y se cuecen con especias, Se abren por la mitad y se rellenan con foie fresco y trufa negra.
Se introducen en un molde hecho con hojaldre. El sarcófago. Se cubren con un champiñón, se coloca la cabeza y se vuelven a cocinar en el horno, acompañado con una reducción hecha con el caldo de cocerlas y madeira o brandy y algo de pimienta negra.
Se sirven cubiertas con la salsa.

Las acompañan con un Château Clos Vougeot de 1.845, un Borgoña de gran calado.

© Nordisk  Films / Panorama Films International / DFI


En este blog tenéis una interpretación libre de esta interesante comida. 


Tras este plato, Babette sirve una ensalada con endivias, escarola y nueces, haciendo la típica vinagreta provenzal con frutos secos delante nuestra.


© Nordisk  Films / Panorama Films International / DFI


Y los quesos.

Los postres.

Baba. Un bizcocho muy esponjoso bañado en licor. Normalmente Limoncello.
De origen polaco, se introduce en Francia por Alsacia, en el siglo XVIII.
Ya entrado el siglo XIX traspasa los Alpes y se asienta en Nápoles. De donde hoy en día se recuerda.

© Nordisk  Films / Panorama Films International / DFI



Se ven por la escena algunas frutas escarchadas.
Frutas frescas, de varios tipos, uvas, higos, piña, mangos…
Acompañan con un Vieux Marc de Champagne.
Un destilado de alta graduación, que se usa como digestivo, algo parecido al orujo o a la grappa.

© Nordisk  Films / Panorama Films International / DFI

Y café para terminar.


La comida que vemos en la película esta organizada por el cocinero Jan Pedersen, que entonces regentaba el restaurante La Cocotte en Limoges.



Toda la ambientación y diseño artístico es impresionante, con un nivel poco común.
Desde la localización, a los decorados interiores, el mobiliario de principios del siglo XIX, propio de la juventud de las protagonistas. Hasta el vestuario, diseñado por Karl Lagerfeld.


Espero que disfrutéis de la película. Y de la cena.
Tener a mano chocolate o alguna golosina. (sic)



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