De nuevo las verduras nos
visitan, y de nuevo nos aportan una fuente inagotable de propiedades saludables.
En esta ocasión otra unión feliz.
Las zanahorias de las que ya
hemos hablado en Zanahorias Con Habichuelas Verdes Glaseadas.
Solo recordar el beta-caroteno
que también nos aporta su compañera de receta, la acelga.
La acelga, otro privilegio
de la naturaleza, es una planta muy común, prácticamente una hierba.
Los que tengáis huerto sabréis
que si en algún momentos se nos ha ocurrido echar alguna semilla de acelga,
las tendremos con nosotros para siempre. Irán saliendo por los bordes de manera
aleatoria y vivaz.
Esta afortunada fecundidad
supone un gran privilegio ya que la acelga es una fuente de salud que se deja
cocinar de muchas formas.
Es prácticamente agua, aunque
aporta beta-caroteno, una cantidad importante de vitamina A, que como ya hemos
comentado alguna vez es la responsable de controlar los radicales libres y
evitar la oxidación.
Entre muchas de sus ventajas
saludables, la acelga apenas proporciona calorías, es un importante diurético con
gran aporte de fibras, lo que la hace imprescindible para dietas de
adelgazamiento y muy útil en tratamientos cardiovasculares.
A pesar de su simplicidad tiene numerosos minerales, como su parienta la espinaca, lo que supone un refuerzo del sistema inmunológico.
Favorece el crecimiento y su consumo es muy recomendable en periodos de bajadas de defensas y anemias.
Favorece el crecimiento y su consumo es muy recomendable en periodos de bajadas de defensas y anemias.
Pues vamos a ver qué podemos
hacer con esta feliz unión.
Esta es una comida de
acompañamiento. Nos sirve para muchos platos, tanto de carne como pescado.
A mí me parece muy adecuada
para las carnes de sabor algo recio, como aves silvestres y caza, porque tiene
un matiz afrutado y suave a nuestro paladar que contrasta con la densidad del
sabor y la textura de ese tipo de carnes y sus salsas.
Vosotros mismos podéis
decidir.
Necesitamos un buen manojo
de acelgas, ya que esta planta disminuye mucho de volumen en su cocción al
perder la parte importante de agua.
Normalmente debemos de buscar
una acelga fresca de buen color de un tamaño medio, las más pequeñas recién cogidas
son deliciosas para tomarlas crudas. Si tenéis oportunidad de probarlas es una
forma de reconciliarnos con la naturaleza.
Las zanahorias son muy
comunes pero buscarlas de la mejor calidad, porque el sabor es mucho más
intenso.
No es difícil encontrar en
nuestros mercados un cultivo ecológico de esta planta.
Delantal
Esta es una receta sencillamente
laboriosa, necesitamos hacerla por separado y luego unir las preparaciones.
Pelamos las zanahorias y
troceamos de forma regular en trozos no muy grandes.
Ponemos a cocer en una
cazuela con agua que las cubra.
Necesitaremos bastante
tiempo, como ½ hora, deben de quedar bien cocidas para hacer una pasta con
ellas.
Reservamos, conviene aplastarlas antes de que se enfríen, lo hacemos con
un tenedor o bien utilizamos una procesadora.
Mientras lavamos bien las
acelgas, conviene sumergirlas en agua y enjuagarlas bien.
Las secamos y cortamos en
trozos pequeños y regulares.
Sobre un fondo de aceite
algo caliente ponemos las acelgas, movemos y dejamos cocer tapado para que
evaporen su agua que servirá para cocerlas, no necesitan demasiado tiempo, veréis
que se reducen bastante, dejar cocer destapado para evaporar el agua, escurrir
bien y reservar.
Ya tenemos nuestras verduras
coidas. Ahora hay que hacer una preparación previa importante también por
separado.
Sobre una sartén un fondo de
aceite y mantequilla. Empezamos con las zanahorias se rehogan con sal, pimienta
y algo de azúcar.
Cuando estén bien trabadas se
reservan.
Hacemos lo mismo con las
acelgas, añadimos, sal, azúcar y cilantro. Esta especie es importante en esta
receta por su sabor característico, que le proporciona a las acelgas unos
matices interesantes.
Una vez tenemos nuestras dos
preparaciones es hora de unirlas. Ya en si constituyen un magnifico
acompañamiento, este paso es una forma de adornarlo, un cierto artificio que
resultara agradable en nuestra mesa.
Necesitamos un cacharro
refractario que sea algo hondo, el horno bastante caliente. Lo untamos bien con
mantequilla.
Ahora colocamos nuestras
verduras, presionando bastante.
Una de las gracias de esta
receta es distribuirlas de forma ordenada con alguna clase de geometría para
que al desmoldarlo obtengamos una cierta composición, de ahí su nombre.
Yo he usado un ajedrezado en
cuatro cuartos, si el molde es mayor podéis crear composiciones más atrevidas.
Horneamos un tiempo de tal
forma que pierda parte del agua y se una.
Os sorprenderá que el
resultado siempre queda bien.
Desmoldamos y servimos.
Podemos tomarlo caliente, o
a temperatura ambiente, según vuestra comida.
La mezcla de sabores supone
un complemento interesante con el plato al que acompañe.
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