Una forma agradable de
introducir una comida que pueda resultar abundante es con algo de marisco.
Concretamente un crustáceo, el
langostino.
Los langostinos necesitan un
clima cálido y suelen criarse en aguas poco profundas con fondos arenosos cerca
de las desembocaduras de grandes ríos y de marismas.
Hay bastantes variedades, en
España tenemos algunas de las mejores en; Sanlúcar de Barrameda, en la Manga
del Mar Menor, delta del Ebro, Vinaroz Palamós y en Mallorca.
Desde luego, cuando probamos
un langostino fresco, recién cocido, aun ligeramente templado, es difícil de
olvidar.
Aunque el precio del
langostino de captura suele ser en el mercado bastante alto.
Se puede encontrar fresco por
nuestras costas de forma fácil, tanto de captura como de criadero, éste con un
precio más razonable. Y con una buena calidad.
También lo encontramos
congelado fuera de temporada proveniente de multitud de sitios. Los caladeros
de Argentina y Patagonia, de Senegal, y el de gran tamaño llamado Jumbo,
de Asia.
Si los vamos a usar los
congelados, algunos vienen cocidos y otros crudos. Yo recomiendo usar los
crudos descongelarlos y cocerlos en casa.
Resulta muy fácil de cocer,
necesitamos una cacerola grande con agua abundante puesta a hervir.
Cuando rompa a hervir echamos a
la criaturas, tenemos que estar
atentos, Cuando el agua vuelva a ebullición inmediatamente retiramos los
mariscos y los colocamos en un escurridor.
Es entonces cuando añadimos
la sal. Esperamos a que se retire el vapor de agua y ponemos en hielo, o
guardamos en el frigorífico para que se enfríen un poco.
Lo de hervir los mariscos es
un poco relativo, yo os he contado como me gusta a mí, no añado ninguna especie
como laurel o clavo, y no enfrío demasiado bruscamente. Y la sal al final.
Me gusta tomarlos
ligeramente templados.
El langostino es una fuente
importante de salud, tiene una gran cantidad de yodo, el triple que sus parientes
las gambas. Proteínas, y multitud de otros minerales y vitaminas.
Solo contraindicado para los
que padezcan la elegante dolencia de acumulación de ácido úrico.
Para acompañarlos podemos hacer
una famosa salsa cóctel.
Algo de mayonesa, un toque
de kétchup.
Algo de coñac y un toque suave de picante (Tabasco) que refuerza el sabor del
marisco.
Mezclamos bien todo en un cacharro
y listo.
Lo del kétchup, insospechadamente es
también una reliquia.
Es una salsa de origen
oriental, concretamente de Malasia. O maya, no se sabe bien.
Ya en el año 1.690 existía
en Inglaterra una salsa llamada cátsup. Un antepasado, importado de
las colonias británicas de Asia.
Pero fue el norteamericano señor
Henry Heinz (sic) al añadirle el tomate concentrado, quien logró
comercializarlo en 1.876.
El kétchup nos permite
divertirnos un poco si intentamos prepáralo nosotros mismos.
Tenemos que usar de base algún
concentrado de tomate, añadir azúcar o melaza, cebollitas encurtidas, algo de
vinagre y las especies que e nos ocurran.
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