miércoles, 4 de marzo de 2015

Huevos A La Turca.







Esta es otra de esas grandes comidas que perduran en el recuerdo.
La enorme sencillez de sus ingredientes no debe dejarnos menospreciar la calidad de esta comida y su elaborada preparación, convirtiéndola posiblemente en unos de los platos más selectos para  una ocasión especial.

Su origen es algo incierto, aunque bajo este nombre se conocen una multitud de platos que tiene como base los huevos, la receta que os transcribo está muy localizada en el sur de Andalucía, concretamente en la ciudad de Sevilla, que es donde resulta habitual en el repertorio de lucimiento de muchas casas acostumbradas al buen comer.

Al igual que hablamos de la Granada de Mallorca, asociada a un verdadero agasajo de nuestros anfitriones, los huevos a la turca que nos ofrezcan en Sevilla son también una muestra inequívoca de afecto. Su delicada elaboración no deja duda.

Pero, ¿que son exactamente los huevos a la turca de Sevilla?

Estas palabras son capaces de definirlos.

La acertada combinación del suave envoltorio de salsa bechamel sobre unos huevos cocidos en su punto, atrapados en un rebozado que encierra este sutil conjunto.

Nada más y nada menos.





No es difícil suponer que este tipo de cocina puede tener su origen en las aventuras apasionantes de la gran cocina barroca francesa.

Ya hemos estado hablando muchas veces de como aquel esplendor artístico tuvo también su repercusión en las cocinas.
Es posiblemente aquella época el origen de no pocas creaciones que resultaron novedosas y vanguardistas, una exploración hacia el mundo de las texturas y los sabores en recetas que han llegado a nuestros días.

Muchos grandes nombres de cocineros, sus lugares y anfitriones  se asocian a preparaciones hoy cotidianas.
La salsa bechamel, la villeroy, la mornay o la crema chantilly son un buen ejemplo, además de merengues, gelatinas, rebozados, croquetas,  hojaldres, suflés, helados, sorbetes…


PERFECTA RECREACIÓN DEL HOMENAJE DEL PRÍNCIPE DE CONDÉ AL REY SOL EN EL CASTILLO DE CHANTILLY EN 1.671
DE LA PELÍCULA VATEL (ROLAND JOFFÉ, 2.000) BASADA EN LA VIDA DEL GRAN COCINERO FRAN
ÇOIS VATEL.

Vosotros mismos debéis juzgar si esta deliciosa comida pudo haber formado parte de algún festejo culinario de L’Ancien Régime.

Los huevos a la turca tienen bastantes parientes elegantes fruto de las sofisticadas cocinas de aquella época.
Los huevos benedictine,  los huevos a la toupinel, o los huevos en meurette
Recetas que tienen en común utilizar el huevo esclafado como base, al que se le añaden verduras y salsas de todo tipo.

Pero no solo en Francia, si hacemos un recorrido por las cocinas del mundo encontraremos muchas recetas donde este sencillo ingrediente es parte fundamental, no hay más que recordar las sencillas sopas de ajo castellanas.


Delantal.




Esta es una comida que a pesar de su sencillez requiere cierta técnica, sobre todo para manipular y elaborar secuencias que son muy sutiles.
El éxito requiere que el resultado sea perfecto.

Como ya he hecho alguna vez os voy a dar un comodín que va a facilitar esta tarea para que cualquiera pueda cocinar y compartir esta delicia gastronómica.





La base fundamental de nuestra comida son los huevos. Os aconsejo algunos de cierta calidad, merece la pena buscarlos.
Necesitamos como mínimo un huevo por cada comensal, los buscamos frescos y de buen tamaño, a ser posible de crianza algo cuidada. Hoy en día no son difíciles de encontrar.
Si consiguierais huevos silvestres sería perfecto.

Uno de los secretos de este plato es ser capaz de cocer los huevos en su punto exacto. Algo bastante simple de definir, hay que conseguir que la clara este bien cuajada, pero la yema este aun algo líquida.

Es lo que llamamos escalfados.

Sin embargo no es tan fácil de conseguir, en realidad el termino escalfar se refiere a cocer a fuego lento dentro de un líquido sin que este llegue a hervir. 
En el caso de los huevos podemos simplificare el proceso para conseguir esta textura llevando agua a ebullición pero reduciendo el tiempo de cocción.

La forma de lograrlo es cronometrarlo, medir el tiempo con exactitud.
Las reglas muy simples, 10 minutos la cocción completa y unos 5 minutos  para obtener el también llamado huevo poche.
Existe todo un universo ancestral entorno a este proceso, desde oraciones, a simples reglas de medir el tiempo. 
Desde luego lo mejor es un reloj de cocina, aunque podéis experimentar con alguno de los múltiples tratados que se conocen.

A parte de magias y otras alquimias para conseguir el resultado adecuado y que la clara resulte blanca y solidaria con la yema aun algo cruda, necesitamos utilizar vinagre o zumo de limón en el líquido de cocción. 
Estos ácidos nos ayudan a este sutil tránsito.

Otra de las cuestiones importantes es el proceso de elaborar los huevos, el método tradicional supone tener que pelarlos después, algo que resulta algo complicado si queremos evitar que se rompan y resulten enteros.
Aquí es donde empezamos a ayudarnos de algún método práctico, lo más sencillo es cocinar los huevos en un molde de tal forma que una vez cocidos podamos utilizarlos con facilidad sin necesidad de pelarlos.

Para este menester encontramos bastantes accesorios y cacharros siendo el más conocido el denominado cazo mágico, que en realidad tiene poco misterio ya que se trata de unos moldes de forma esférica situados sobre un cazo donde hierve el agua con vinagre y una tapadera para evitar que el vapor se escape.


EL RENOMBRADO CAZO MÁGICO. 


En definitiva necesitamos cocer nuestros huevos con una forma adecuada para poder manipularlos después sin que se rompan.

En esta ocasión vamos a usar unos moldes de pequeño tamaño para horno que colocaremos sobre una cazuela amplia con tapadera.



Empezamos engrasando bien el molde con algo de aceite, es importante hacerlo con cuidado para que podamos desprender el huevo con facilidad.
Vamos colocando los huevos en los moldes con cuidado de no romperlos.




Ponemos agua clara a hervir con una proporción de vinagre.
Como ya os he dicho los tiempos son importantes.
Cuando comience la ebullición colocamos los moldes sobre al cazuela y tapamos, si quedara algún resquicio podéis usar un paño de cocina limpio.

Sincronizamos nuestro tiempo, necesitamos aproximadamente unos  4 o 5 minutos, en realidad el tiempo es aproximado, tendréis que estar pendientes a que la clara este completamente blanca.




Cuando estén listos se retiran del calor y se enfrían.
Hasta ahora hemos hecho lo fácil.


El siguiente paso es preparar una salsa bechamel que debe resultar algo espesa.
Esta curiosa salsa tan versátil tiene su origen allá por el siglo XVII en los fogones de las fecundas cocinas de la Borgoña, atribuida oficialmente al cocinero La Váreme.
Una sencilla alquimia a base de un roux de grasa y harina, normalmente mantequilla, al que añadiendo algo leche templada se convierte en una salsa.
Toda una revolución para la cocina de la época al crear una crema ligera que sustituía a las pesadas salsas a base de pan, almendras o yema de huevo.


La bechamel no tiene mucha dificultad si seguimos unos sencillos pasos fieles a la receta original. 
Es muy importante que la leche que vayamos a utilizar este caliente.




En un cazo no muy grande ponemos algo de mantequilla a calentar, añadimos una proporción de harina y vamos trabando con una espátula al calor, notaremos que la harina se va tostando y haciendo una bola que se va desprendiendo de los bordes, es el momento de ir añadiendo leche despacio y mediante unas varillas ir obteniendo al salsa.




Podemos corregir la proporción entre la leche y la harina para obtener la textura deseada, en nuestro caso algo espesa.
Podemos incluso ayudarnos de algo de fécula de maíz disuelta en la leche.
En también posible añadir también algo de gelatina neutra.
Se trata de un recurso muy útil cuando queremos obtener una bechamel algo más sólida.


Es el momento de condimentar esta salsa, para esta comida nos puede ir muy bien algo de nuez moscada e incluso algún aceite aromatizado con algún hongo como trufa o champiñones.



Llega el tercer paso, el momento definitivo de organizar nuestra comida.




Colocamos los huevos sobre una fuente de cocina amplia y vamos envolviéndolos con al bechamel, podemos poner dos capas una inferior y otra superior, o simplemente al superior si nuestros huevos tienen algo de base, como es el caso de nuestra preparación.
Procuramos que el resultado final este algo ordenado.
Ahora es importante un poco de reposo para que la bechamel este algo sólida.






Y para terminar.

En la receta tradicional debemos empanar  y rebozar nuestros huevos y freírlos en abundante aceite, algo que requiere una cierta técnica elaborada, ya que debemos intentar no destruir la delicada preparación, además de procurar hacerlo prácticamente en el momento de consumirlos.
No cabe duda que en el avituallamiento cotidiano de nuestras cocinas actuales es una operación que puede llevarnos a un cierto estrés.

Es aquí donde os aconsejo un camino intermedio, un atajo práctico que nos va a permitir disfrutar de esta deliciosa comida con poco esfuerzo.
Utilizaremos nuestro horno que iremos calentando a fuego fuerte.

Usamos una bandeja refractaria, vamos colocando nuestros huevos de forma ordenada procurando que la cobertura de la salsa bechamel resulte regular.





Necesitamos dos huevos a temperatura ambiente, se baten muy bien y vamos añadiendo pan rallado, algo de pimienta negra molida y sal.
Tenemos que conseguir una consistencia algo pastosa pero no demasiado sólida, lo justo para poder cubrir bien nuestra preparación.




Es el momento de hornear el tiempo necesario para que la cobertura se cuaje y vaya tomando un color dorado con una textura crujiente. 

No necesita demasiado tiempo, en torno a 15 o 20 minutos.


The End.






Conviene servir templados, curiosamente la yema interior del huevo no termina de cuajarse, con lo cual obtendremos al textura deseada.

Una salsa de tomate será el acompañamiento perfecto para este magnífico entrante de una buena comida.

Os aconsejo hacer alguno de mas, seguro que repetís y además se dejan comer perfectamente algo fríos y reposados.


Es quizás la ocasión para tomar alguno de esos vinos blancos algo afrutados.



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